viernes, 31 de julio de 2009

Oh, Fortuna....




La diosa Fortuna ha sido concebida tradicionalmente como una personificación de aquellos elementos de la vida humana que no podemos manejar, sino que se encuentran en manos del azar.
El compositor Carl Off (1895-1982) popularizó la cantata Carmina Burana (1937) una pequeña selección de veinticinco poemas, provenientes de una colección de más de trescientos, elaborados originariamente en el siglo XIII por frailes más dedicados al amor humano que al divino, y que permanecieron dormidos en los anaqueles de la biblioteca de una abadía de monjes benedictinos cercana a Múnich, hasta que fueron descubiertos por el barón J. Christoph von Aretin en 1803.
Se trata de la colección de lírica medieval más importante conservada hasta nuestros días, y alientan una alegría de vivir y de gozar del amor, de la amistad; y ponen en cuestión ideas y prejuicios tradicionales heredados de una Edad Media triste y sombría, pero que resumen con acierto la esencia de dicha época: espíritu que reafirma la tradición de fe y alegría.
En el manuscrito de los Carmina Burana medievales concedía una gran importancia a la Fortuna, e incluía un dibujo en pluma coloreado que representaba a la Fortuna sentada majestuosamente en el centro de su rueda, haciendo girar la suerte de cuatro personajes en el clásico orden: Regnabo, regno, regnavi, sum sine regno (reinaré, reino, reiné y sin reino estoy). (Primera imágen)
La cantata de Carl Off comienza y termina con el canto coral del poema más conocido y popular: "O Fortuna, / velut Luna", bajo el rótulo Fortuna, emperatriz del mundo:

"Oh Fortuna, como la luna variable de estado, siempre creces o decreces; la vida detestable ahora nos da su desdicha y luego la felicidad, pero sólo caprichosamente. La pobreza y el poder los disuelves como el hielo.

Monstruosa y fríamente gira tu volubilidad; tus mañas juegan siempre con nuestra existencia.
En la sombra y velada, me atacas; ante tu juego llevo la espalda desnuda gracias a tus heridas.

La suerte me es contraria ahora en salud y en virtud; mis ansias y emociones siempre están en constante angustia; en esta hora sin vacilaciones sean tocadas las cuerdas ¡Y juntos lamentemos que el destino haga llorar hasta el más fuerte!".

Carmina Burana, Barcelona, Seix Barral, 1981, págs. 70-73; Carmina Burana. Poesía Goliárdica, Barcelona, Acantilado, 2003, págs. 280-283. Véase José María González García, La diosa Fortuna. Metamorfosis de una metáfora política, Madrid, Antonio Machado Libros, 2006, págs. 117-121.
La conclusión es que nadie puede permanecer en lo alto del poder económico o político para siempre y la Fortuna nos iguala a todos, haciendo caer a los poderosos de sus elevados tronos.


jueves, 30 de julio de 2009

La genial locura de Rachmaninov



Uno de mis compositores favoritos es Sergei Rachmaninov (1873-1943) y uno de sus conciertos que más me gustan es el Concierto para piano y orquesta No. 2 en do menor, Op. 18.
Rachmaninov abandona Rusia después de la revolución bolchevique, trasladándose a EEUU hasta su muerte. Sus creaciones mucho más conservadoras representan un romanticismo tardío de enorme popularidad para los públicos de las salas de conciertos. Se convirtió en un símbolo de la vieja Rusia zarista obligada al destierro, y así sistemáticamente fue difundida su música con ese fin. Aunque sus mejores piezas las creara en Rusia.
Me recuerda al Dostoievski de Memorias del subsuelo:
"Dejadnos solos, sin libros, y al punto nos perderemos, nos embrollaremos, sin saber qué hacer ni qué pensar, sin saber lo que se debe amar ni lo que se debe aborrecer; igualmente ignorantes de lo que merece estima y de lo que sólo ha de inspirar desprecio. ¡Hasta los propios semejantes nos resultarían insufribles; nos avergonzaríamos del hombre verdadero, del que tiene carne y sangre; habríamos que considerar a ese prójimo como un deshonor. Nos empeñamos en ser un tipo de hombre corriente que nunca ha existido. Hemos nacido muertos, y hace mucho tiempo que nacemos de padres que ya no viven, y eso nos agrada cada vez más. Le tomamos el gusto. Dentro de poco querremos nacer de una idea. Pero basta ya con lo dicho".
Fiodor M. Dostoievski, Memorias del subsuelo, Barcelona, Barral Editores, 1978, pág. 160. [También interesante la traducción al ruso del por lo menos paradójico Rafael Cansinos Assens]
En el magnífico prólogo del siempre genial Georges Steiner, nos aclara:
"Lo que hay que destacar, es que Memorias del subsuelo resulta una brillante solución al problema que plantea la forma literaria de contenido filosófico. A diferencia de los cuentos filosóficos del siglo del Iluminismo o de las novelas de Goethe, en que la parte de especulación es tan deliberadamente exterior a la ficción, Memorias del subsuelo suelda lo abstracto con lo dramático; o, según la terminología de Aristóteles, fusiona el pensamiento con la intriga. Sobre este punto, ni el Zaratustra de Nietzsche ni las alegorías teológicas de Kierkegaard dan la impresión de tal logro. Con Schiller, a quien siempre ha mirado como a su modelo, Dostoievski ofrece un raro ejemplo de equilibrio creador entre los poderes poético y filosófico". (pág. 23).
Pues eso, intrigante me parece la genial locura de Rachmaninov, y pensar en las intuiciones profundas sobre la crueldad del hombre, y su tendencia, tanto como individuo como de horda, a extingir en sí mismo los últimos rescoldos de humanidad.

lunes, 27 de julio de 2009

El Mundo Clásico de Giorgio de Chirico...



"Se nos da una idea imperfecta de las Siete Maravillas del mundo antiguo. En nuestros días, algunos sabios como Lautréamont y Apollinaire han consagrado el paraguas, la máquina de coser o el sombrero de copa a la admiración general. Y con esta certeza de que no hay nada incomprensible y de que todo, si hace falta, puede servir como símbolo, gastamos tesoros de imaginación. Representarse la esfinge como un león con cabeza de mujer fue antaño un hecho poético. Yo creo que se está formando una verdadera mitología moderna. Y es a Giorgio de Chirico a quien corresponde fijar de forma imperecedera su recuerdo. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; de manera similar, el hombre hace la estatua y el maniquí. La necesidad de consolidarla (zócalo, tronco de árbol), la adaptación de éste a su función (trozos de madera barnizada en el lugar de la cabeza y los brazos) son el objeto de todas las preocupaciones de nuestro pintor. No podemos dudar que el estilo de nuestras viviendas le interesa en la misma relación, y de igual modo los instrumentos ya fabricados por nosotros con miras a nuevas construcciones: la escuadra, el transportador, el mapa. La naturaleza de este espíritu lo hacía muy apto para volver a ver los datos sensibles del tiempo y del espacio. Las ramas del árbol genealógico florecen un poco por doquier. Una cierta luz anaranjada aparecía al mismo tiempo como la llama de una vela y como una estrella de mar. Ángulos diedros. Sin embargo, Chirico no supone que un fantasma pueda entrar por otro sitio que por la puerta".

A. Breton, Giorgio de Chirico, presentación de la exposición, Galería Paul Guillaume, París, 1922.