martes, 18 de agosto de 2009

Fortuna y desgracia en Maquiavelo....



Nicolás Maquiavelo termina su opúsculo renacentista De Principatibus (El Príncipe) el 10 de diciembre de 1513, interrumpiendo la redacción de Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, por eso podemos afirmar la diversidad radical del planteamiento ideológico entre estas dos obras, la primera teniendo como protagonista a un monarca, ya se refiera a un rey, a un señor, a un jefe o a un caudillo militar capaz de gobernar un Estado; mientras la que interrumpe tiene un espíritu convencidamente republicano. De Principiatus fue editada por primera vez en Roma, cinco años depués del fallecimiento de su autor en 1532. Fue duramente criticada, incluso incluida en el Índice de Libros Prohibidos, promoviendo una literatura antimaquiavélica desde el campo católico y el protestante. En España este antimaquiavelismo va desde el padre Rivadeneyra a Mariana, a Quevedo, a Saavedra Fajardo y a Gracián que va unido al movimiento ideológico europeo de ese tiempo (Reforma y Contrarreforma).
Se le puede atribuir a Maquiavelo el descubrimiento de una ciencia política autónoma, independiente de los antiguos principios generales y al margen de cualquier consideración moral, cuya guía son la utilidad, la virtud (fuerza, astucia, fortuna y audacia) y el valor. Lo que hace es limitarse a describir lo que los hombres hacen realmente, no lo que deberían hacer, es decir, lo que son, no lo que deberían ser. Voy a señalar un párrafo que me atrae del penúltimo capítulo, titulado: "Influencia de la Fortuna y modo de contrarrestarla", en él afirma lo siguiente:
"(...) creo que es feliz quien adapta su modo de proceder a los tiempos que corren, como es infeliz quien vive en desacuerdo con su tiempo. Porque vemos cómo los hombres proceden de modo diferente para lograr sus fines, es decir, la gloria y las riquezas; los unos con la paciencia, los otros con lo contrario; y cada uno puede llegar con medios tan opuestos. De dos seres igualmente prudentes, el uno obtiene lo que desea y el otro no; de la misma manera, dos prosperan igualmente con medios desemejantes, siendo el uno paciente y el otro impetuoso; todo ello no tiene otro origen que la cualidad de los tiempos, conformes o no con la conducta de cada uno. De donde nace lo que ya hemos dicho: que dos personas, actuando de modo diferente, alcanzan el mismo efecto; y dos que obran de la misma manera llegan a diferentes fines".
[Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Barcelona, Planeta, 1983, págs. 116-117].