jueves, 4 de marzo de 2010

LA HUMANIZACIÓN DE LOS DIOSES

En el recomendable libro de M. Finley, "El mundo de Odiseo", comenta el autor hablando de que la humanización de los dioses fue un paso de asombrosa audacia, al describir seres sobrenaturales no como espíritus sin forma, sino como hombres y mujeres, con forma humana y pasiones humanas, como una muestra de orgullo a la propia humanidad. Después de crear a los dioses de esta manera, el hombre homérico se decía a sí mismo semejante a los dioses. Nunca Homero cruzó la línea entre lo mortal y lo inmortal; esta universalidad de la humanidad de Homero era tan audaz y notable como la humanidad de sus dioses. Representa, para Finley una revolución religiosa, presentada de golpe, que jamás había existido antes en la historia de las religiones conocidas, ni orientales ni occidentales; aunque no fue completa ni universal, ya que la historia de la religión griega de los siglos siguientes muestra variaciones en este aspecto, según la clase social, carácter, temperamento individual, circunstancia. Más paradójico resulta el que los antiguos dioses de la naturaleza sobrevivieran, pero degradados o echados de lado, deliberadamente por parte de Homero, y ésta es precisamente la cuestión: los dioses homéricos eran malvados, pero estaban desprovistos de cualquiera cualidad ética. Para Finley, la ética del mundo de Odiseo estaba hecha por el hombre y sancionada por el hombre, éste los dirigía para que le ayudaran en sus múltiples actividades, no para pedirles una guía moral, con lo que los dioses olímpicos no habían creado el mundo, y por tanto no eran responsables de él. Los filósofos que le siguieron, protestaron contra la indiferencia de los dioses homéricos en materia de moral, pero es Aquiles quién explica la doctrina: "Los dolores, no obstante, dejémoslos reposar en el ánimo, a pesar de nuestra aflicción. Nada se consigue con el gélido llanto, que hiela el corazón. Pues lo que los dioses han hilado para los míseros mortales es vivir entre congojas, mientras ellos están exentos de cuitas. Dos toneles están fijos en el suelo del umbral de Zeus: uno contiene los males y el otro los bienes que nos obsequian. A quien Zeus, que se deleita con el rayo, le da una mezcla, unas veces se encuentra con algo malo y otras con algo bueno. Pero a quien sólo le da miserias le hace objeto de toda afrenta, y una cruel aguijada lo va azuzando por la límpida tierra, y vaga sin el aprecio ni de los dioses ni de los mortales".
[M. I. Finley, El mundo de Odiseo, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, 1996 reimpresión, págs. 70-72; Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 2006, págs. 497-498].