viernes, 16 de abril de 2010

Selene y James Joyce

Uno de los pensamientos que más me gustan del Ulises de Joyce lo encontramos en el episodio XVII: Ítaca. Allí encontramos una afinidad entre la luna y la mujer que afirma:
"Su antiguedad en anteceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas; su predominio nocturno: su dependencia satélica: su reflejo luminar: su constancia en todas sus fases, cuando sale y cuando se pone a horas fijas, cuando crece y cuando mengua: la invariabilidad forzada de su aspecto: su respuesta indeterminada a la interrogación inafirmativa: su potencia sobre las aguas efluyentes y refluyentes: su poder para enamorar, para mortificar, para conferir belleza, para producir locura, para incitar y ayudar a delinquir: la tranquila inescrutabilidad de su semblante: la terribilidad de su aislada dominante implacable resplandeciente propincuidad: sus augurios de la tempestad y de la calma: el estímulo de su luz, de su moción y de su presencia: la admonición de sus cráteres, de sus mares áridos, de su silencio: su esplendor, cuando visible: su atracción, cuando invisible".
El cuadro representa "El sueño de Endimión" de Louis Girodet (1791).
[Véase James Joyce, Ulises, Madrid, Cátedra, 2ª ed., revisada de Francisco García Tortosa, 2001, pág. 806].

jueves, 15 de abril de 2010

Sobre Dioses y Hombres

Para Ágnes Heller entre los hombres de todos los tiempos juzgamos que son más positivos por su contenido moral aquellos en los cuáles, por elección personal, la interiorización de las exigencias sociales determinadas coincide con la interiorización de un valor moral genérico, es decir, aquellos que han interiorizado en primer lugar aquellos valores que se mueven objetivamente en la dirección del desarrollo moral del género humano; por el mismo motivo Héctor está más cercano a los contemporáneos que Aquiles.
Existe un deseo de que aquel dios comparta la suerte terrena del hombre. En la religión greco-romana este deseo se manifiesta en el hecho de que puedan llegar a ser dioses los hombres (héroes) que representan las aspiraciones del género humano hasta tal punto que lo merecen (Hércules), o bien el que ya en el mito ático clásico son introducidos dioses a los cuales, después de actos heroicos en favor de la humanidad, es atribuido el destino del hombre (Prometeo).
[Véase: Ágnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, Barcelona, Península, 3ª ed., 1991, págs. 137 y 166].