domingo, 27 de febrero de 2011

Mito de Prometeo y Pandora de Hesíodo


"Los dioses tienen oculto el sustento de los hombres; pues de otro modo fácilmente podrías trabajar en un sólo día, de manera que tuvieras para un año, aún sin hacer nada. Al instante podrías poner el timón sobre el humo del hogar y se habría terminado la labor de los bueyes y de los pacientes mulos.
Pero Zeus lo escondió, irritado en su corazón, porque le engañó Prometeo de mente tortuosa. Por ello, preparó tristes preocupaciones para los hombres y les ocultó el fuego. Pero, a su vez, el noble hijo de Jápeto lo robó para los hombres al providente Zeus escondiéndolo en el hueco de una cañaheja sin que lo advirtiera Zeus que se complace con el rayo. Y lleno de cólera, Zeus que amontona las nubes le dijo:
¡Hijo de Jápeto, que sobre todos destacas en conocer astucias!, te engañas de haberme robado el fuego y de haber engañado mi ánimo, gran calamidad para ti mismo y para los hombres futuros. Yo, a cambio del fuego, les daré un mal con que todos se alegren en su corazón complaciéndose en su propia desgracia.
Así dijo y se echó a reir el padre de hombres y dioses y ordenó al muy ilustre Hefesto que inmediatamente mezclara tierra con agua, que le infundiera voz humana y fuerza y formara una hermosa y encantadora figura de doncella que igualara en el rostro a las diosas inmortales. Luego ordenó que Atenea le enseñara sus labores, a tejer la tela de fino trabajo. A la dorada Afrodita le mandó que vertiera sobre su cabeza la gracia, un irresistible deseo y cautivadores encantos; y a Hermes, el mensajero Argifonte, le encargó que pusiera en ella un espíritu cínico y un carácter voluble. 
Así dijo y ellos obedecieron al soberano Zeus Crónida. Inmediatamente el ilustre Patizambo modeló de la tierra una imagen parecida a una casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos de lechuza ciñó a su cintura y la atavió. Alrededor de su cuello las divinas Gracias y la augusta Persuasión le colocaron collares de oro; las Horas de hermosos cabellos la coronaron con flores de primavera. Palas Atenea ajustó a su cuerpo toda clase de ornatos. Luego, el mensajero Argifonte creó en su pecho mentiras, palabras aduladoras y un carácter voluble, por voluntad de Zeus que resuena gravemente. Le infundió el habla el Heraldo de los dioses y dio a esta mujer el nombre de Pandora porque todos los que poseen moradas olímpicas le concedieron un regalo, desgracia para los hombres que se alimentan de pan. 
Luego que cumplió su duro e irremediable engaño, el padre envió hacia Epimeteo al ilustre Argifonte con el regalo de los dioses, rápido mensajero.
Y no pensó Epimeteo que Prometeo le había dicho que no aceptara nunca un regalo de Zeus Olímpico, sino que lo devolviera de nuevo para evitar que pudiera ser perjudicial para los mortales. Pero él lo recobió y sólo cuando tenía el mal, se percató.
Pues antes, las tribus de hombres vivían sobre la tierra sin penas y libres del duro trabajo y de las penosas enfermedades que ocasionan la muerte a los hombres. (Pues los hombres pronto envejecen en la miseria). Pero aquella mujer, al quitar con sus manos la gran tapa de la tinaja los dispersó y preparó para los hombres tristes calamidades. Únicamente quedó dentro la Esperanza entre sus indestructibles paredes bajo los bordes de la tinaja, y no salió volando hacia la puerta, pues antes Pandora le puso la tapa de la tinaja, por voluntad de Zeus portador de la égida y amontonador de nubes.
Y ahora, innumerables penas revolotean entre los hombres. La tierra está llena de males y lleno el mar. Unas enfermedades de día y otras de noche van y vienen a su antojo llevando dolores a los mortales en silencio, porque el prudente Zeus les privó de la voz. Así no hay ningún medio de escapar a los designios de Zeus". 
[Hesíodo, Poemas Heiódicos, María Antonia Corbera Lloveras (ed.), Madrid, Akal, 1990, págs. 89-91].