jueves, 19 de diciembre de 2013

Octavio Paz. Entre dioses y hombres


"Religión y destino regían su vida, como moral y libertad presiden la nuestra. Mientras nosotros vivimos bajo el signo de la libertad y todo - aún la fatalidad griega y la gracia de los teólogos -es elección y lucha, para los aztecas el problema se reducía a investigar la no siempre clara voluntad de los dioses. De ahí la importancia de las prácticas adivinatorias. Los únicos libres eran los dioses. Ellos podían escoger - y, por lo tanto, en un sentido profundo, pecar. La religión azteca está llena de dioses pecadores -Quetzalcóatl, como ejemplo máximo-, dioses que desfallecen y pueden abandonar a sus creyentes, del mismo modo que los cristianos reniegan a veces de su Dios. La conquista de México sería inexplicable sin la traición de los dioses, que reniegan de su pueblo. (...) Habitamos nuestra soledad como Filoctenes su isla, no esperando, sino temiendo volver al mundo. No soportamos la presencia de nuestros compañeros. Encerrados en nosotros mismos, cuando no desgarrados y enajenados, apuramos una soledad sin referencias a un más allá redentor o a un más acá creador". 

Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid, Cátedra, 8º ed., 2002, págs. 191 y 201.

martes, 3 de diciembre de 2013

Ulises. Alfred Tennyson:






De nada sirve que viva como un rey inútil 
junto a este hogar apagado, entre rocas estériles, 
el consorte de una anciana, inventando y decidiendo 
leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro, 
que acumula, y duerme, y se alimenta, y no sabe quién soy. 
No encuentro descanso al no viajar; quiero beber 
la vida hasta las heces. Siempre he gozado 
mucho, he sufrido mucho, con quienes 
me amaban o en soledad; en la costa y cuando 
con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia 
irritaban el mar oscuro. He llegado a ser famoso; 
pues siempre en camino, impulsado por un corazón hambriento, 
he visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres 
y sus costumbres, climas, consejos y gobiernos, 
no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas; 
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales, 
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya. 
Formo parte de todo lo que he visto; 
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual 
se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye 
una y otra vez cuando avanzo. 
¡Qué fastidio es detenerse, terminar, 
oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio! 
Como si respirar fuera la vida. Una vida sobre otra 
sería del todo insuficiente, y de la única que tengo 
me queda poco; pero cada hora me rescata 
del silencio eterno, añade algo, 
trae algo nuevo; y sería despreciable 
guardarme y cuidarme el tiempo de tres soles, 
y refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo 
de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae, 
más allá del límite más extremo del pensamiento humano. 

Éste es mi hijo, mi propio Telémaco, 
a quien dejo el cetro y esta isla. 
Lo quiero mucho; tiene el criterio para triunfar 
en esta labor, para civilizar con prudente paciencia 
a un pueblo rudo, y para llevarlos lentamente 
a que se sometan a lo que es útil y bueno. 
Es del todo impecable, dedicado completamente 
a los intereses comunes, y se puede confiar 
en que sea compasivo y cumpla los ritos 
con que se adora a los dioses tutelares 
cuando me haya ido. Él hace lo suyo, yo, lo mío. 

Allí está el puerto; el barco extiende sus velas; 
allí llama el amplio y oscuro mar. Vosotros, mis marineros, 
almas que habéis trabajado y sufrido y pensado junto a mí, 
y que siempre tuvisteis una alegre bienvenida 
tanto para los truenos como para el día despejado, recibiéndolos 
con corazones libres e inteligencias libres, vosotros y yo hemos envejecido. 
La ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo. 
La muerte lo acaba todo: pero algo antes del fin, 
alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse, 
no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses. 
Las estrellas comienzan a brillar sobre las rocas: 
el largo día avanza hacia su fin; la lenta luna asciende; los hondos 
lamentos son ya de muchas voces. Venid, amigos míos. 
No es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo. 
Zarpemos, y sentados en perfecto orden hiramos 
los resonantes survos, pues me propongo 
navegar más allá del poniente y el lugar en que se bañan 
todos los astros del occidente, hasta que muera. 
Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan; 
es posible que demos con las Islas Venturosas, 
y veamos al gran Aquiles, a quien conocimos. 
A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho; y, a pesar 
de que no tenemos ahora el vigor que antaño 
movía la tierra y los cielos, lo que somos, somos: 
un espíritu ecuánime de corazones heroicos, 
debilitados por el tiempo y el destino, pero con una voluntad decidida 
a combatir, buscar, encontrar y no ceder. 

Traducción: Randolph D. Pope

sábado, 21 de septiembre de 2013

ULISES DE TENNYSON








Me he vuelto un nombre;
pues siempre errando, con el corazón hambriento,
mucho vi y conocí: ciudades de los hombres,
y costumbres y climas, consejos y gobiernos,
y a mí mismo no menos, mas de todos honrado;
delicias de la guerra gusté, con mis iguales,
en los sonoros llanos de Troya, combatida
del viento; formo parte de todo lo que viera;
mas todo lo vivido es un arco, por donde
brilla el mundo no visto, cuyo límite siempre
más y más se disipa, cuando sigo mis rutas.
¡Qué hastío da el pararse, el alcanzar el fin,
aherrumbrarse sin el brillo de lo usado!
Como si vida fuese el respirar. Cien vidas
muy poco me serían y me queda ya poco
de la única mía: mas cada hora salvo
del eterno silencio un algo que me lleva
nuevas cosas; y fuera villanía
sólo por días breves, guardarme, aterorarme,
con mi espíritu ya encanecido, anhelando
irse en pos del saber, lucero que declina,
más allá de los límites del pensamiento humano...

(Traducción de J. Bofill y Ferro).

viernes, 19 de julio de 2013

ALBERT CAMUS Y EL MUNDO GRIEGO



"Nosotros hemos exiliado la belleza; los griegos tomaron las armas por ella. Primera diferencia, pero que viene de lejos. El pensamiento griego se ha atrincherado siempre en la idea de límite. No ha llevado nada hasta el final—ni los sagrado ni la razón—, porque no ha negado nada: ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo lo que no exalta.Y, aunque de diferentes maneras, no exalta más que una sola cosa: el futuro imperio de la razón. En su locura, hace retroceder los límites eternos y, enseguida, oscuras Erinias se abaten sobre ella y la desgarran. Diosa de la mesura, no de la venganza, Nemesisvigila. Todos cuantos traspasan el límite reciben su despiadado castigo. 
Los griegos, que se interrogaron durante siglos acerca de lo justo, no podrían entender nada de nuestra idea de la justicia. Para ellos, la equidad suponía un límite, mientras que todo nuestro continente se convulsiona en busca de una justicia que pretende total.Ya en la aurora del pensamiento griego, Heráclito imaginaba que la justicia pone límites al propio universo físico.«El sol no rebasará sus límites; y si lo hace, las Erinias, defensoras de la justicia, darán con él». Nosotros, que hemos desorbitado el universo y el espíritu, nos reímos de esa amenaza. Encendemos en un cielo ebrio los soles que queremos. Pero eso no impide que los límites existan y que nosotros lo sepamos. En nuestros más locos extravíos, soñamos con un equilibrio que hemos dejado atrás y que ingenuamente creemos que volveremos a encontrar al final de nuestros errores. Presunción infantil y que justifica que pueblos niños, herederos de nuestras locuras, conduzcan hoy en día nuestra historia. 
Un fragmento, también atribuido a Heráclito, enuncia simplemente: «Presunción, regresión del progreso».
Y muchos siglos después del efesio, Sócrates, ante la amenaza de una condena a muerte, no reconocía más superioridad que ésta: lo que ignoraba, no creía saberlo. La vida y el pensamiento más ejemplares de estos siglos concluyen con una orgullosa confesión de ignorancia. Olvidando eso, hemos olvidado nuestra nobleza. Hemos preferido el poderío que remeda la grandeza: primero, Alejandro, y después los conquistadores romanos que nuestros autores de manuales, por una incomparable bajeza de alma, nos enseñan a admirar. También nosotros hemos conquistado, desplazado los límites, dominado el cielo y la tierra. Nuestra razón se ha vaciado.Y, al fin solos, concluimos nuestro imperio en un desierto. ¿Cómo poder imaginarnos, pues, ese equilibrio superior en el que la naturaleza mantenía la historia, la belleza, el bien, y que llevaba la música de los números hasta la tragedia de la sangre? Nosotros volvemos la espalda a la naturaleza, nos avergonzamos de la belleza. Nuestras miserables tragedias arrastran un olor de oficina y la sangre que derraman tiene color de tinta".

[Albert Camus, Obras, 3. El hombre rebelde, Crónicas 1948-1933, Reflexiones sobre la guillotina, El verano. José María Guelbenzu (ed)., Madrid, Alianza Editorial, 1996, págs. 573-575]

sábado, 13 de julio de 2013

HERMANN HESSE Y HOMERO





"Llegamos a la literatura europea. Del mundo rico y grandioso de la literatura antigua, elegimos sobre todo los dos grandes poemas de Homero, con ellos tenemos  todo el aire y el ambiente de la Grecia antigua. Incluimos también a los tres grandes trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, a los que añadimos la «Antología», la selección clásica de los  autores  líricos.  Nos  adentramos  en  el  mundo  de  la  sabiduría  griega  y  nos encontramos de nuevo con un hueco doloroso: Sócrates, el sabio  más significativo y quizás más importante de Grecia;  tenemos que buscarlo en los fragmentos de otros autores, sobre todo de Platón y Jenofonte. Un libro  que  recopilase de manera clara los testimonios más valiosos  sobre la vida y doctrina de Sócrates sería una auténtica dicha. Los filólogos no se atreven a emprender ese  trabajo que de hecho sería muy delicado.  En  nuestra  biblioteca  no  incluyo  a  los  verdaderos  filósofos.  En  cambio Aristófanes  es  imprescindible,  sus  comedias  inician  dignamente  la  gran  serie  de humoristas europeos. También acogemos al menos uno o dos volúmenes de Plutarco, el  maestro  de  la  biografía  heroica.  Luciano,  el  maestro  de  las  fábulas  satíricas, tampoco debe faltar. Nos falta aún algo importante: un libro que narre las historias de los  dioses  y  héroes  griegos.  Los  libros  populares  existentes  de  las  mitologías  son insuficientes. A falta de otra obra recurrimos a las «Sagen des klassischen Altertums» («Leyendas  de  la  Antigüedad  clásica»)  de  Gustav  Schwab,  que  describen  correctamente la mayoría de los mitos más bonitos. En nuestro tiempo Schwab ha hallado por cierto un seguidor importante: Albrecht Schäffer ha iniciado un libro de leyendas griegas cuya primera parte ha aparecido y promete mucho".
Hermann Hesse, Escritos sobre literatura, Vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pág. 188.

domingo, 31 de marzo de 2013

ORFEO POR GERARDO DIEGO





¿Para quién cantas tú, para quién canta
tu alma de luz, el lirio de tu cuello?
¿Para el fuego de Apolo o el cabello
en fuga huracanado de Atalanta?

Árboles, rocas, fieras, mueve, imanta,
bambolea y concentra tu destello
de oro, tu timbre que, si eriza el vello
desde el orco hasta el cielo nos levanta.
Tu voz conduces, intervalas, bañas
en llanto. Se te rompe. Mas perdura
tu mano. Orfeo, que edifica y dice
—arrancando a la lira sus entrañas—
las sílabas de un nombre que inaugura,
crea toda la música: ¡Euridice!
(De «Libros futuros»)

martes, 26 de marzo de 2013

WILLIAM BLAKE PROVERBIOS DEL INFIERNO (VERSIÓN ÍNTEGRA)




En tiempos de siembra aprende, en la cosecha enseña y en el invierno goza.

Conduce carro y arado sobre los huesos de los muertos.La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no actúa engendra la plaga.

El gusano cortado perdona el arado.

Sumergid en el río a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca llegará a estrella.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura el reloj las mide; pero ningún reloj puede medir las de la sabiduría.

Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.

Expone número, peso y medida en año de escasez.

No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

El cuerpo muerto no venga injurias.

El acto más sublime consiste en poner a otro ante ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los lupanares con ladrillos de religión.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La cólera del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado y la espada destructora son porciones de la eternidad demasiado grandes para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas procrean.

Que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

Para el pájaro el nido, para la araña su tela, para el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, que podrían ser cetros.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado. La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Presto has de estar para decir lo que piensas que así el ruin te evitará.

Todo lo que es posible creerse es imagen de la verdad.Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se avino a aprender del cuervo.

El zorro provee para sí mismo; pero Dios provee para el león.

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

No sabrás lo que es bastante hasta saber lo que es más que bastante.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título regio! Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer tal como el león no interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, tendríamos que serlo nosotros.

El alma de la dulce delicia no puede mancillarse. ver un águila ves una porción de genio.

¡Alza la cabeza!Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos, el sacerdote reserva su anatema para las mejores dichas.

Crear una florecilla es labor de eras.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las oraciones no aran!¡ Los elogios no cosechan!La cabeza es lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza; manos y pies son la Proporción.

Como el aire es al ave o el mar al pez es el desdén para el despreciable.El cuervo quisiera que todo fuese negro; el buho, que todo fuese blanco.La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del genio.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril. La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Basta! o demasiado.Los antiguos poetas animaban todos los objetos sensibles con dioses o genios.

Les prestaban nombres de bosques, ríos, montañas, lagos ciudades, naciones y de todo lo que sus dilatados y numerosos sentidos podían percibir.

Y en particular estudiaban el genio de cada ciudad o país y los colocaban bajo el patrocinio de su divinidad mental.

Hasta que se formó un sistema del cual algunos se aprovecharon para esclavizar al vulgo pretendiendo comprender o abstraer las divinidades mentales de sus objetos.

Así comenzó el sacerdocio.Que escogió formas de culto tomándolas de cuentos poéticos. Hasta que por fin sentenciaron que eran los dioses quienes habían ordenado aquello.Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el pecho humano.

FRAGMENTOS DE UN EVANGELIO APOCRIFO





Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra, será lo que ahora es en la tierra.
Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.
Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.
Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea, Dios la verá.
No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.
Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo.
Tu odio nunca será mejor que tu paz.
Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma, y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide...
No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.
No jures, porque todo juramento es un énfasis.
Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira.
A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar...
La puerta es la que elige, no el hombre.
No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser mejores o peores.
Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...
Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.
Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
Felices los felices.
Jorge Luis Borges.

sábado, 9 de marzo de 2013

WILLIAM BLAKE Y ULISES



Con un cubo de agua de la fuente de la vida en las manos, el alma se eleva a la gruta vegetal del cuerpo, gruta que las mujeres tejen en los "telares uterinos de la generación".
La figura con túnica roja a la izquierda es posiblemente Ulises, "símbolo del hombre como viajero por el mar tenebroso y tempestuoso de la generación". 
W. Blake, The Arlington Court Picture, 1821.

La caída del hombre para Virgilio



"De nuevo estaba abandonado, abandonado a un mundo abandonado de nuevo; oh, ninguna mano le sostenía ya, nada había allí que le protegiera y alzara; había sido dejado caer, y quebrantado sobre el antepecho de la ventana, clavado inerte a la ardiente y polvorienta inercia de los ladrillos, sintiendo agudamente bajo las uñas de los dedos, polvorienta, esta recalentada arcilla primigenia, clavado lo terreno primigenio petrificado, oía el silencioso reír en el silencio nocturno de caliente piedra y rígidas figuras, oía en ello el silencio del perjurio cometido, el empedernido silencio de la conciencia de la culpa sin expresión, ni conocimiento, ni recuerdo, el silencio de la pre-creación y de su muerte cruelmente creciente, ante cuya incondicionalidad no hay nuevo nacimiento ni renovación de la creación del mundo, porque la muerte que impone no conoce ninguna suerte de divinidad; oh, ninguna otra criatura es tan absolutamente y tan no-divinamente mortal, como lo es el hombre, pues ninguna otra puede volverse tan perjura como el hombre y cuanto más depravado se hace, tanto más mortal se torna; pero el más perjuro y mortal es aquel cuyo pie ha perdido el hábito de la tierra y ya sólo toca el empedrado, el hombre que ya ni labra el campo ni lo siembra, para quien ya nada se cumple según el círculo de los astros, para quien la selva ya no canta ni los verdes campos; verdaderamente nadie ni nada es tan mortal como la plebe de la gran ciudad, que se afana, se arrastra y hormiguea a través de las calles, y de tanto culebrear ha olvidado cómo se anda, ya sin el apoyo de ninguna ley y sin llevarla en sí, rebaño de nuevo disperso, perdida su sabiduría de un tiempo, rebelde al conocimiento, bestial, casi infrabestialmente entregado a cualquier acaso y finalmente a la extinción del acaso sin recuerdo, sin esperanza, sin inmortalidad; así estaba resuelto también para él, junto con el disperso rebaño de la plebe, a la que pertenecía como una de sus astillas, así le había sido impuesto, inevitablemente, con la con la necesidad del destino. Había dejado tras sí las regiones del espanto, pero sólo para ver con horror cómo había caído él mismo en la plebeyez, superficie desplomada sin acceso a ninguna profundidad.... (...) Las puertas plutónicas están siempre abiertas, inevitablemente es la caída de la que no hay retorno, y en la embriaguez de la caída el hombre piensa que se trata de una caída hacia arriba, lo piensa hasta que allí donde la eternidad de los celestes acontecimientos se revela de repente como simultaneidad y como una coincidencia en el ámbito terreno, hasta que en ese límite de las edades encuentra al dios desmitologizado, alcanzado y aventajado por él, que envuelto entre la risa de los Eones cae igualmente, ambos arrojados al mismo desengaño y al mismo abandono de sí, abandonados a un horror que, cierto, aún ríe en pertinaz y rebelde vergüenza, pero presiente ya al mismo tiempo un horror futuro aún más horrendo, y quiere alejarlo riendo".

[Herman Broch, La muerte de Virgilio, Madrid, Alianza Editorial, 2ª ed., 2007, págs. 167-168].

domingo, 27 de enero de 2013

ESPAÑA Y HOMERO



"Hay quién sostiene que España fue la primera tierra poblada después del diluvio. Estrabón cuenta que los turdetanos o tartesos sabían escribir y conservaban poemas y leyes en verso con seis mil años de antiguedad. También opina, siguiendo a Asclepíades y Artemidoro, que los Campos Elíseos de la Odisea se encontraban, según Homero, en las cercanías de Tartessos. Hubo una época en que todo, y no sólo España, fue mitología, cuna de dioses, provincia del exótero". 

[Fernando Sánchez Dragó, Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, 1ª Parte, Los Orígenes. Madrid, Hiperión, 7º ed., 1979, pág. 49].

miércoles, 23 de enero de 2013

MITO PARA MIRCEA ELIADE



Dice Mircea Eliade: "Personalmente, la definición que me parece menos imperfecta, por ser la más amplia, es la siguiente: el mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de  los «comienzos». Dicho de otro modo: el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una «creación»: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a  ser. El mito no habla de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente. Los personajes de los mitos son Seres Sobrenaturales. Se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo prestigioso de los «comienzos». Los mitos revelan, pues, la actividad creadora y desvelan la sacralidad (o simplemente la «sobre-naturalidad») de sus obras. En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo «sobrenatural») en el Mundo. Es esta irrupción de lo sagrado la que fundamenta realmente el Mundo y la que le hace tal como es hoy día. Más aún: el hombre es lo que es hoy, un ser mortal, sexuado y cultural, a consecuencia de las intervenciones de los seres sobrenaturales.(...) En efecto, los mitos relatan no sólo el origen del Mundo, de los animales, de las plantas y del hombre, sino también todos los acontecimientos primordiales a consecuencia de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy, es decir, un ser mortal, sexuado, organizado en sociedad, obligado a trabajar para vivir, y que trabaja según ciertas reglas. Si el Mundo  existe, si el hombre existe,  es porque los Seres Sobrenaturales han desplegado una actividad creadora en los «comienzos». Pero otros acontecimientos han tenido lugar después de la cosmogonía y la antropogonía, y el hombre,  tal como es hoy, es el resultado directo de estos acontecimientos míticos,  está constituido por estos acontecimientos.  Es mortal, porque algo ha pasado in illo tempore. Si eso no hubiera sucedido, el hombre no sería mortal: habría podido existir indefinidamente como las piedras, o habría podido cambiar periódicamente de piel como las serpientes y, por ende, hubiera sido capaz de renovar su vida, es decir, de recomenzarla indefinidamente. Pero el mito del origen de la muerte cuenta lo que sucedió in illo tempore, y al relatar este incidente explica por qué el hombre es mortal.(...) El tiempo mítico de los orígenes es un tiempo «fuerte», porque ha sido transfigurado por la presencia activa, creadora, de los Seres Sobrenaturales. Al recitar los mitos se reintegra este tiempo fabuloso y, por consiguiente, se hace uno de alguna manera «contemporáneo» de los acontecimientos evocados, se comparte la presencia de los Dioses o de los Héroes. En una fórmula sumaria, se podría decir que, al «vivir» los mitos, se sale del tiempo profano, cronológico, y se desemboca en un tiempo cualitativamente diferente, un tiempo «sagrado», a la vez primordial e indefinidamente recuperable".

[Mircea Eliade, Mito y Realidad, Barcelona, Labor, 1991, págs.- 6-8 y 11.]