miércoles, 11 de noviembre de 2015

MITO: LA MALDAD DE LA NATURALEZA HUMANA PUEDE PRODUCIR BELLEZA

Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa y conde de Conza (VenosaBasilicata8 de marzo de 1566-AvellinoCampania8 de septiembre de 1613) fue un compositor italiano, una de las figuras más significativas del Renacimiento.
El año 1586 se casó con su prima María de Ávalos, nieta de Carlo, conde de Montesarchio, y de Sveva Gesualdo. El matrimonio se celebró en Nápoles el 28 de mayo de 1586 con dispensa del papa Sixto V, en la iglesia de San Domingo Mayor, situada cerca al palacio donde habitaba la familia Gesualdo. Carlo tenía veinte años y María, veinticuatro; de su matrimonio nacería Emanuele.
Un día María conoció al duque de Andría y conde de RuvoFabrizio Carafa, de quien se enamoró, a pesar de que este estaba casado con María Carafa. Ambos se sintieron incapaces de escapar a la condición de meros amantes; estaban decididos a superar todos los obstáculos para encontrarse juntos. De esta manera, debido al sentido del honor y del castigo que poseía Gesualdo, era evidente que los amantes estaban arriesgando sus vidas. Mientras los amantes seguían frecuentándose, Gesualdo, que había detectado las mentiras de su mujer, permaneció en casa, en espera del momento propicio para una venganza que ya había sido ideada y planificada por el príncipe. El 16 de octubre de 1590 el príncipe le dijo a María que, si acaso fuera a necesitarlo, está partiendo hacia la caza en el bosque de los Astroni y volvería dos días después. Era éste el broche definitivo y el punto de inicio de un plan que estaba preparado al mínimo detalle. En la noche del martes al miércoles 17 de octubre de 1590, los dos amantes fueron atrapados en flagrante adulterio en la cámara del lecho de María y fueron bárbaramente ajusticiados y descuartizados.
De la violencia homicida cometida, Carlo fue libre de responsabilidad. Las circunstancias lo justificaban desde el punto de vista del Derecho y las costumbres de la época; tanto es así que el virrey de NápolesJuan de Zúñiga Avellaneda y Bazán, a quien Gesualdo acudió inmediatamente para dar noticia de lo acaecido, le exhortó a irse de Nápoles no para escapar de la ley, sino para no exacerbar con su presencia el resentimiento de los familiares de los muertos. Entendiendo esto, la partida de Carlo desde Nápoles hacia su inexpugnable castillo-fortaleza de Gesualdo fue más bien un acto de cortesía y respeto que de miedo a las autoridades. El proceso se archivó un día después de su apertura:
per ordine del Viceré stante la notorietà della causa giusta dalla quale fu mosso don Carlo Gesualdo Principe di Venosa ad ammazzare sua moglie e il duca d'Andria
 (por orden del virrey por cuanto la notoriedad de la causa justa de la cual fue afrentado don Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, para castigar a su mujer y al duque de Andria).


Las excelentes relaciones de su familia con la Iglesia hicieron que su obra no sufriera ningún tipo de censura. Sus composiciones se salen de los cánones de la época: Gesualdo no tenía que agradar a nadie, escribía para sí mismo, el resultado fue una obra original, extraña y sorprendente en el Renacimiento. Fue así de extraña por su uso constante de la disonancia y del cromatismo, algo impensable para la época que veía en su seno el inicio de una protoarmonía tonal que se desarrollaría en el barroco como, por ejemplo, con el Tratado de armonía, de Jean Phillippe Rameau (1722). Por ello, se considera que Gesualdo fue un adelantado de su época.
Su obra se vio influida por el carácter nuevo de la música de Luzzasco Luzzaschi, a quien conoció en Ferrara y a quien dedicó en 1594 su cuarto libro de madrigales.
En 1593, con la ayuda de su tío el arzobispo, contrajo matrimonio con Leonor de Este, hija del marqués Alfonso de Este pero, debido a las infidelidades del compositor, el matrimonio fracasó. Tuvo dos hijos, uno de ellos por matrimonio, y ambos murieron a muy temprana edad; la muerte del primero por asfixia fue imputada a Gesualdo, y la muerte del segundo, en 1600, lo afectó notablemente, lo que podría ser el punto de partida de la particular penitencia que se autoadministró. Consideró la muerte de sus hijos como castigo de la justicia divina, y vivió atormentado hasta sus últimos días. Para expiar sus culpas, se sometió a prácticas masoquistas que incluían escenas de flagelación con muchachos para, según su creencia, expulsar a los demonios. Después de una de estas sesiones, se encontró a Carlo Gesualdo muerto y desnudo el 8 de septiembre de 1613. Según algunas fuentes, su muerte fue voluntaria (véase suicidio), pero otras indican que podría haber sido asesinado por alguno de los jóvenes con los que se flagelaba.
El incidente del asesinato de su esposa se menciona en una escena de la película True Story (Rupert Goold, 2015, distribuida en español con el título Una historia real), en la que se escucha Se la mia morte brami, interpretada por Delitiae Musicae, bajo la conducción de Marco Longhini y distribuida por Naxos Records.







INFORMACIÓN SACADA DE: https://es.wikipedia.org/wiki/Carlo_Gesualdo 

martes, 10 de noviembre de 2015

MITO: CIRCE Y PHISIS



"Curiosamente, la primera vez que aparece la palabra physis en griego acontece en la Odisea  y aplicada a la droga que sirve de antídoto para la de Circe, que ha convertido en cerdos a los compañeros de Ulises:

«El Argifonte [Hermes] me dio el remedio, arrancando de la tierra una planta cuya naturaleza (physis) me enseñó. Tenía negra la raíz y era blanca como la leche en su flor».

Partiendo de este texto, algún intérprete ha sugerido que el fármaco de Circe debía ser una solanácea, y más recientemente otro ha sugerido que el fármaco de Hermes debía ser un hongo psilocibio, por la capacidad de los alcaloides indólicos para contrarrestar a los atropínicos de las solanáceas. Con todo, sus argumentos se sustentan sobre algunas suposiciones innecesarias, y es evidente que el texto homérico no puede descifrarse de modo seguro".

[Véase, Antonio Escohotado, Historia general de las drogas, Madrid, Espasa-Calpe, 1998, 5ª ed., 2002, págs. 136-137].






viernes, 30 de octubre de 2015

MITO: Las verdades del comunismo por Ayn Rand


Ayn Rand explica en una de sus primeras novelas, Los que vivimos (1936), su visión de lo que era la Rusia Soviética, un país donde la gente tenía miedo de pensar y hablar libremente por si sus vecinos les denunciaban y acababan en el Gulag. En esta vida de infierno, la protagonista Kira prefiere morir a vivir en la tiranía, y así lo explica:

"Habéis venido como un solemne ejército a traer a los hombres una vida nueva. Les habéis arrancado de las entrañas aquella otra vida de la que no sabías nada, aquella vida palpitante que no os interesaba, y les habéis dicho qué debían pensar y qué sentir. Les habéis arrebatado todas las horas, todos los minutos, todos los nervios, todos los pensamientos, todos los sentimientos hasta lo más profundo de su alma, y luego les habéis dictado lo que debían pensar y sentir. Habéis venido a negar la vida a los vivientes. Nos habéis encerrado a todos en una jaula de hierro y luego habéis sellado las puertas; nos habéis dejado sin aire, hasta que las arterias de nuestro espíritu han estallado".

Rand critica la moral colectivista que proclama que el individuo no es nada sin la sociedad, siendo los fines de la misma los que deben imponerse a los del individuo. Años más tarde lo pensó: "La Rusia Soviética es la plasmación absoluta y consistente de la ética altruísta, y Stalin no corrompió un ideal noble. Si el servicio y el auto-sacrificio son ideales morales y si el egoísmo de la naturaleza humana previene al hombre de saltar a los hornos del sacrificio, no hay razón por la que un dictador no pueda imponerlos con la bayoneta por su propio bien o por el bien de la humanidad, de la posteridad o por el bien del último plan quinquenal de un burócrata. No hay razón para que se pueda oponer a cualquier atrocidad. ¿El valor de la vida humana? ¿Su derecho a existir? ¿Su derecho a buscar la propia felicidad? Estos son conceptos que pertenecen al individualismo y al capitalismo, a la antítesis de la moralidad altruísta".

Rand defiende la moral capitalista ya que es el sistema que defiende los derechos individuales, incluso el derecho a la propiedad que es poseída individualmente, y lo mejor para ella es que el capitalismo permite a los hombres convertirse en comerciantes que se relacionan voluntariamente. La propiedad permite al hombre sobrevivir como ser racional, permite al ser humano trabajar para sostenerse, ofreciendo talento a cambio de talento, sin utilizar la violencia, sino cambiando valor por valor. Al mismo tiempo permite que cada logro individual lo sea también de toda la sociedad, desde la invención de la rueda hasta la del ordenador, y puedan ser disfrutados incluso por los que no han hecho nada para crear progreso. Rand lo denominó "la pirámide de la habilidad" y dijo: "(...) el hombre colocado en el punto ínfimo de la escala, que abandonado a sí mismo perecería en su ineptitud sin esperanza, no contribuye en nada para los que están arriba de él y recibe, sin embargo, el beneficio de los cerebros de todos". Es, como se ha señalado, permitir que cada hombre utilice su cerebro para aplicarse y seguir su propia acción, el hecho metafísico básico de la naturaleza humana, lo que el capitalismo protege y reconoce.

[Véase, Ayn Rand, Los que vivimos, Barcelona, Plaza & Janés, 1962, pág. 458].








lunes, 12 de octubre de 2015

Karoo y Ulises



"Por fin, una noche, mientras estaba dándome una ducha larga, se me ocurrió una idea. La única idea supuestamente original que he tenido para una película.
Ulises. La Odisea de Homero pero en el futuro.
También habría una batalla de Troya, pero estaría ambientada en el espacio, y después de la batalla, Ulises y su tripulación volverían a casa a bordo de aquella goleta solar, volverían a Ítaca.
Los vientos solares los alejaban de su rumbo. Se encontraban con unas terribles corrientes cósmicas llamadas los Ríos del Tiempo, que los barrerían hasta regiones del espacio y del tiempo que nadie había explorado y de las que nadie más había oído hablar. A continuación venían desventuras y tribulaciones, Doncellas cósmicas y guerreros cósmicos. Y, sin embargo, durante todo aquello, Ulises seguía siendo en su interior un padre de familia, que solamente deseaba volver a casa, con su fiel esposa Penélope y su amado hijo Telémaco.
Mi idea se quedó en nada. La llevé a varios estudios, pero ninguno se interesó por ella.
Aunque se quedaron en nada, sin embargo, me hacía feliz pensar en ella de vez en cuando, y también de vez en cuando le añadía más nudos a la trama y más incidentes a la linea argumental. Hasta había veces en que estaba convencido de que un día me sentaría a escribirla".
El último capítulo del libro de Tesich, con un Karoo agonizando y muriéndose, encima de la taza del water del servicio de señoras de la oficina de su odiado Cromwell en Miami, imagina la goleta solar de Ulises y describe las aventuras del galáctico guerrero en su búsqueda de la verdad, ¿Por qué nació?, y reflexiona... "(...) Y en cada era, igual que en todas las precedentes y que en todas las que vendrán después, es el derramamiento de sangre el que derriba una era y entrona la siguiente. Mueren millones de individuos en nombre de alguien y luego ese alguien se ahoga en un mar de sangre, pero la carnicería continúa en nombre de algún otro"..., siendo su conclusión que "Todo ha sido por nada"; y dice: "Cuando reza. Ulises ya no reza a Dios, sino que reza porque Dios siga vivo, para que la nada no se imponga al final", y termina: "Y de vez en cuando reza:
-Bendito sea todo lo que vive. Padre, madre, hermanos, hermanas, hijos de la tierra, benditas sean vuestras vidas, porque son la alegría del mundo.
Y sigue navegando".
[Véase, Steve Tesich, Karoo, Barcelona, Seix Barral, 2013, págs. 81-82 y 539-556].






viernes, 18 de septiembre de 2015

MITO: Los demonios del hombre para Aldous Huxley




"En cuanto al hecho de escapar al espanto de sentirse persona aislada y sola, la mayoría de las personas eligen casi siempre un camino que no es el que va hacia arriba ni el que va hacia abajo, sino un camino llano.

Todos se identifican con alguna causa que supera en amplitud el ámbito de sus intereses inmediatos, pero que no es degradantemente inferior y, si resulta que es más elevada, sólo lo es en el rango de los valores sociales corrientes. En ese camino horizontal —o casi horizontal— la trascendencia puede darse en virtud de algo tan trivial como una manía o tan estimable como el amor matrimonial. Puede darse también por la identificación que uno hace de sí mismo con cualquier actividad humana, desde la dirección de un negocio hasta la investigación nuclear, desde la composición de una sinfonía hasta la busca y colección de sellos, desde las campañas de tipo político hasta la educación de los niños o el estudio de las costumbres matutinas de los pájaros. La autotrascendencia horizontal es de la mayor importancia. Sin ella no habría ni arte, ni ciencia, ni ley, ni filosofía y ni siquiera civilización. Y, ciertamente, tampoco habría guerra ni odium theologicum o ideologicum, ni intolerancia sistemática, ni persecución. Esos grandes bienes y esos enormes males son los frutos de la capacidad del hombre para la total y continua autoidentificación con una idea, un sentimiento, una causa. ¿Cómo podemos tener el bien sin el mal, cómo gozar de una elevada civilización, sin saturación de bombardeos y exterminación de herejes religiosos o políticos? La respuesta es que no podemos mantener el bien tan largo tiempo como nuestra autotrascendencia permanece en actitud horizontal. Cuando nos identificamos con una idea o con una causa es que nos hallamos de hecho en trance de adoración de algo de tipo doméstico, algo parcial y parroquial, algo que, no obstante su nobleza, tiene características excesivamente humanas. «El patriotismo», según la conclusión a que llega un gran patriota la víspera de su ejecución, decretada por los enemigos de su patria, «no es suficiente». Ni es socialismo, ni comunismo, ni capitalismo; ni tampoco es arte, ni ciencia, ni orden público, ni religión positiva, ni Iglesia. Todo esto es indispensable, pero ninguna de esas cosas es suficiente. La civilización exige del individuo una decidida autoidentificación con la más eminente de las causas de la naturaleza humana. Pero si esta autoidentificación con lo que es humano no va acompañada de un consciente y consistente esfuerzo para llevar a su culminación la autotrascendencia hacia lo alto en la vida universal del Espíritu, los bienes conseguidos aparecerán siempre mezclados con males que los contrapesen. «De la verdad misma hacen un ídolo escribió Pascal—, puesto que verdad sin caridad no es Dios, sino su imagen e ídolo, que nunca debemos amar ni adorar.» Y no deja de tener su razón el adorar a un ídolo; cosa en verdad inconveniente. La adoración de la verdad al margen de la caridad —autoidentificación con la ciencia que no va acompañada de una autoidentificación con el Fundamento de todo ser— se resuelve en esa particular situación en que ahora nos encontramos. Todo ídolo, exaltado como sea, deriva, a lo largo de su curso, haciéndose un Moloch hambriento de sacrificios humanos".


[Aldous Huxley, Los demonios de Loudun, Barcelona, Circulo de Lectores, 1973, págs. 167-168].





Hay que subir la colina de la esperanza, los seguidores de la escuela crítica de Frankfurt lo llamaron "la promesa de bondad".

jueves, 3 de septiembre de 2015

MITO: ¿arquetipos del incosciente colectivo?



El historiador y estudioso de mitología, Joseph Campbell dice que el ser humano contemporáneo es un ser siniestro, al haber renunciado el camino de la sabiduría y el sentido de la vida, [y como puerco se ponzoña en el lodo de las evasiones vacías de significado y pretendidamente llenas de sensaciones, cómo si necesitase sentir para parecer vivo]. Se ha roto el cordón umbilical de la ancestral sabiduría, y ya no se educa en lo que las civilizaciones anteriores siempre bebieron, sino en simple información desestucturada, sin génesis ni función; por lo que el conocimiento sufre las horas más bajas de la humanidad al encontrar en la cuantificación y no en la comprensión, su fin último. 
Campbell sostiene acertadamente que los mitos provienen de la región mística de la experiencia esencial, y múltiples han sido los antropólogos que así lo han apuntado. Y si no, ¿cómo es posible que civilizaciones sin conexión tuvieran las mismas experiencias de las mismas esencias comunes?  Los mitos no se inventan se experimentan.
El mito, como compendio de experiencias directas, necesita de la metáfora y del símbolo para transmitirse, y lo que enseña permite vivir plenamente a aquel que lo hace suyo, ya que explican el comportamiento de estructuras psíquicas compartidas por toda la humanidad. Los arquetipos convergen, e igualmente se dan en una catedral medieval, en un templo budista en una pirámide maya o en un zigurat sumerio, pero las ideas arquetípicas esenciales serán las mismas, aunque tengan diferentes significaciones, interpretaciones, racionalizaciones,costumbres, etc.
Para Jung, estas estructuras son los arquetipos del inconsciente colectivo, de lo que sobrepasa lo individual y nos comunica humanidad; y al mismo tiempo es la manifestación del instinto humano en sí mismo como especie, que como defiende Campbell, reside en nuestro cuerpo, en nuestro sistema nervioso, en nuestro cerebro.

[Véase, Joseph Campbell, Los mitos. Su impacto en el mundo actual, Barcelona, Kairós, 1994, pág. 243].




viernes, 28 de agosto de 2015

MITO: La alegoría de la caverna de Platón y la cultura política que nos subyuga.



-Ya lo veo -dijo Glaucon.
-Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales, hechas de piedra, de madera y de toda clase de materiales. Entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros, sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
-¿Cómo iba a ser de otra manera -dijo-, si toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
-Y de los objetos transportados, ¿no habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
-Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo 
que hablaban era otra cosa sino la sombra que veían pasar ante ellos?
-No por Zeus -dijo.
-Entonces no hay duda -dije yo-, de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados. 

(Platón, Rep., VII, 514a 515c. Trad. J. M. Pabón y M. F. Galiano).

Platón escribió esta alegoría para enseñar a sus alumnos que la base de la educación está en el alma. La educación no sería otra cosa que el arte de volver este órgano del alma a ver la realidad y no sus sombras, posibilitando la corrección. La realidad es saber contemplar la Idea del Bien, entre otras, también del Estado, "(...) armonizándose los ciudadanos por la persuasión o por la fuerza, haciendo que unos a otros se presten los beneficios de cada uno sea capaz de prestar a la comunidad. Porque si se forja a tales hombres en el Estado, no es para permitir que cada uno se vuelva hacia donde le de la gana, sino para utilizarlos para la consolidación del Estado". 
Al mismo tiempo, Platón tiene claro que hay que saber educar a los nuevos filósofos para ser "(...) conductores y reyes de los enjambres", capaces de participar tanto en la filosofía como en la política, y en consecuencia "(...) Cada uno a su turno, por consiguiente, debéis descender hacia la morada común de los demás y habituaros a contemplar las tinieblas; pues, una vez habituados, veréis mil veces mejor las cosas de allí y conoceréis cada una de las imágenes y de qué son imágenes, ya que vosotros habréis visto antes la verdad en lo que concierne a las cosas bellas, justas y buenas". Para el maestro, lo más lógico es ordenar a los justos cosas justas, y a continuación da una lección que bien podríamos situar en nuestros tiempos, si no fuera tan surrealista nuestra realidad política: 
"Así es, amigo mío: si has hallado para los que van a gobernar un modo de vida mejor que el gobernar, podrás contar con un Estado bien gobernado; pues solo en él gobiernan los que son realmente ricos, no en oro, sino en la riqueza que hace la felicidad: una vida virtuosa y sabia. No, en cambio, donde los pordioseros y necesitados de bienes privados marchan sobre los asuntos públicos, convencidos de que allí han de apoderarse del bien; pues cuando el gobierno se convierte en objeto de disputas, semejante guerra doméstica e intestina acaba con ellos y con el resto del Estado".
Sabias palabras para aquel que supo ver una realidad política que nos subyuga desde el origen de los tiempos, y más en las últimas fechas y no sólo en España, sino en todo el Mundo. 
[Véase, Platón, Diálogos. IV República, Madrid, Gredos, 1986, 2ª reimp., 1992, págs. 338-377].





martes, 25 de agosto de 2015

MITO: La divina forma humana. William Blake

W. Blake, El sol en el pórtico de Oriente, hacia 1815.


Agrippa de Nettesheim (1486-1535), tuvo una concepción mágica del mundo que influyó en Durero; y se basaba en las doctrinas gnósticas de Hermes Trimegistro, traducidas por Marsilo Ficino. Proclamó que el hombre no sólo había sido creado a la imagen de Dios, sino que además, estaba dotado de su omnipotencia. Colocó pues al hombre en el centro de la creación: "El hombre tiene el privilegio de formar parte de todo (...). Participa de la materia en su propio sujeto; de los elementos en su cuádruple cuerpo; de las plantas por su fuerza vegetativa; de los animales por la vida sensible; del cielo por el espíritu etéreo (...), de los ángeles por la sabiduría; de Dios por la síntesis de todo (...), y como Dios todo lo sabe, el hombre es capaz de conocer lo que es suceptible de conocimiento..."
William Blake en su himno Jerusalén (1804-1820), completa esta descripción y dice: "Todos son hombres en la eternidad, los ríos, las montañas, las ciudades y los pueblos, y si tú entras en su interior, te vuelve cielo y tierra, al igual que tú albergas en tu interior el cielo y la tierra y todo lo que percibes; y aunque parece que está en el exterior, está en realidad en el interior, en tu imaginación, de la que este mundo mortal no es más que una sombra".

[Véase, Alexander Roob, Alquimia & Mística, Köln, Taschen, 2011, págs. 430 y 443].


El himno Jerusalén de Blake ha sido propuesto como himno nacional de Inglaterra. 

domingo, 23 de agosto de 2015

MITO: El palacio de cristal de Dostoievski, la psicología del resentimiento o la enemistad hacia la Globalización.




"Ustedes creen en el palacio de cristal, indestructible, eterno, al que no se le podrá sacar la lengua ni mostrar el puño a escondidas. Pues bien, yo desconfío de ese palacio de cristal, tal vez justamente porque es de cristal e indestructible y porque no se le podrá sacar la lengua, ni siquiera a escondidas. 
Verán ustedes: si en vez de un palacio de cristal tengo un simple gallinero, cuando llueva podré cobijarme en él; pero, aunque le esté muy agradecido por haberme preservado de la lluvia, no lo tomaré por un palacio. Ustedes se ríen y me dicen que en este caso un palacio y un gallinero tienen el mismo valor. Y yo les responderé que así es, pero que no vivimos sólo para no mojarnos. 
¿Qué le vamos a hacer si se me ha metido en la cabeza que no se vive solamente para eso y que hay que vivir en un palacio? Ésta es mi voluntad porque éste es mi deseo. Y ustedes no conseguirán despojarme de mi voluntad si no modifican mis deseos. Pueden intentarlo, presentarme otro objetivo, ofrecerme otro ideal. Pero hasta que logren su propósito, me niego a tomar un gallinero por un palacio de cristal. Es posible que el palacio de cristal sea sólo un mito, que las leyes de la naturaleza no lo admitan y que lo haya inventado yo neciamente, impulsado por ciertas costumbres irracionales de nuestra generación. Pero ¿qué me importa que ese palacio sea inadmisible? ¿Qué me importa, si existe en mis deseos o, para decirlo con más exactitud, si existe mientras existan mis deseos? Se ríen ustedes de nuevo, ¿verdad? Bien, ríanse tanto como les plazca. Acepto todas las burlas pero me niego a decirme que estoy saciado cuando todavía tengo hambre. No me conformaré con un compromiso, con un cero que se renueva indefinidamente, por la única razón de que está de acuerdo con las leyes naturales y existe realmente. No admitiré que el coronamiento de mis deseos pueda ser una casa de ladrillo con alojamientos baratos cedidos en arrendamiento para mil años y que ostente el rótulo del dentista Wagenheim. Destruyan mis deseos, derriben mi ideal, preséntenme una meta mejor, y yo los seguiré. Me dirán ustedes, tal vez, que no vale la pena preocuparse por mí; pero piensen que yo puedo responderles lo mismo. Estamos discutiendo seriamente, pero les advierto que si ustedes no se dignan concederme su atención, no me echaré a llorar. Tengo mi subsuelo. 
¡Pero mientras yo exista, mientras yo desee, que mis manos se sequen si llevo un solo ladrillo a esa casa! No me digan que yo mismo he renunciado hace poco al palacio de cristal por el único motivo de que no podía sacarle la lengua. Si he hablado así no ha sido porque me guste sacar la lengua. Acaso lo que me irrita es precisamente que, entre todos los edificios que tienen ustedes, no haya uno solo al que no se le tenga que sacar la lengua. Es decir, me haría cortar la lengua, en un impulso de agradecimiento, si se arreglasen las cosas de modo que yo perdiese las ganas de sacar la lengua. Pero ¿qué me importa que las cosas no puedan arreglarse así y que haya que conformarse con tener un alojamiento económico? ¿Por qué tengo semejantes deseos? ¿Acaso no estoy constituido así para poder comprobar que esta constitución es sólo una broma de mal gusto? Pero ¿es éste verdaderamente el único objetivo? No lo admito. 
Por otra parte, ¿saben ustedes lo que les digo? Que estoy persuadido de que nosotros, los hombres del subsuelo, debemos estar atraillados. El hombre del subsuelo es capaz de permanecer silencioso en su cobijo durante cuarenta años; pero si sale del subsuelo, empieza a hablar, y ya no hay modo de detenerlo".

[Véase, Fiodor M. Dostoievski, Memorias del subsuelo, Barcelona, Barral editores, 1978, págs.- 65-66. Prólogo de Georges Steiner; Peter Sloterdijk, En el mundo interior del capital. Para una teoría filosófica de la globalización, Madrid, Siruela, 2007, 2ª ed., 2010, págs. 203-211].


Joseph Paxton creó el mítico palacio de hierro y cristal en 1851 para la Exposición Universal de Londres, destruido por un incendio en 1936. Dostoievski escribe Memorias del subsuelo en 1864. Pasaba por ser una de las maravillas tecnológicas del mundo, un triunfo del montaje en serie, de gran complejidad organizativa, el comienzo de la marcha triunfal de la Modernidad. Lo curioso es que el palacio carecía de nombre, fue Dostoievski quién así lo bautizó cuando visitó Londres en 1862. 

viernes, 21 de agosto de 2015

MITO: Walter Benjamin y el Ángelus Novus de Paul Klee

Tengo las alas prontas para alzarme,
Con gusto vuelvo atrás,
Porque de seguir siendo tiempo vivo,
Tendría poca suerte.
Gerhard Scholem: Gruss vom Angelus.



"Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso".

"Paul Klee, por ejemplo, se ha apoyado en los ingenieros. Sus figuras se diría que han sido proyectadas en el tablero y que obedecen, como un buen auto obedece hasta en la carrocería sobre todo a las necesidades del motor, sobre todo a lo interno en la expresión de sus gestos. A lo interno más que a la interioridad: que es lo que las hace bárbaras. (...) Paul Klee y otro tan programático como Loos, ambos rechazan la imagen tradicional, solemne, noble del hombre, imagen adornada con todas las ofrendas del pasado, para volverse hacia el contemporáneo desnudo que grita como un recién nacido en los pañales sucios de esta época".

[Walter Benjamin, Angelus Novus, Barcelona, Edhasa, 1971; Discursos Interrumpidos I. Filosofía del arte y de la historia, Buenos Aires, Taurus, 1989, págs. 183 y 169-170].





En 1921 Benjamin compró la acuarela de Paul Klee titulada: Angelus Novus. Por unos meses permanece en Münich en casa de G. Scholem y luego es llevada a Berlín. En 1932 Benjamin pensó en suicidarse y dejar de herencia la pintura a su amigo Scholem. En 1935 Benjamin emigra a París y lleva la pintura consigo. En 1940 antes de partir a los Pirineos para intentar escapar de los nazis deja la acuarela a resguardo de  Bataille en la Biblioteca Nacional de París. Al terminar la Segunda Guerra Mundial es llevada a Estados Unidos en donde queda en manos de Theodor Adorno que a su regreso a Frankfurt la lleva consigo. En la actualidad la acuarela está en el Museo de Israel en Jerusalen. Fue legada por la viuda de Scholem.

miércoles, 19 de agosto de 2015

MITO: Las tríadas o facultades del alma para los sabios del Renacimiento, o la hermenéutica del espíritu




Ficino piensa por tríadas el que efectúa el vínculo entre los dos extremos. El primero y más célebre ejemplo de tríada tiene el alma como término medio. Ésta, como un Janus bifrons, mira simultáneamente hacia el mundo sensible y hacia el mundo noético: puesto que cumple la mediación entre las cosas superiores y las inferiores, lo inmóvil y móvil, desea al mismo tiempo lo alto y lo bajo, sin decantarse por ninguno de los dos lados.
Otra tríada, que se sobrepone a la primera lo traduce en términos bíblicos: el Dios creador y la escala de las criaturas (Dios-hombre-animal, donde animal significa todo organismo vivo, los seres animados no dotados de razón). El hombre se define en tanto que alma, de modo que es un nodus et copula mundi, imagen microscópica, vicario de Dios en la tierra. El hombre es un gran milagro, dice Hermes Trimegistro en el Asclepius latino, puesto que representa la quintaesencia de todos los seres: lleva la vida de las plantas, de los animales, de los héroes, de los demonios, de los ángeles y de Dios. Omnis hominus animae haec in se cuncta quodammodo experitur, licet aliter aliae. Por el mismo motivo, Zoroastro habría llamado al hombre, artificio de naturaleza demasiado audaz, en el que Dios contempla satisfecho la obra maestra del arte del mundo que ha construido. 
En su Oratio de hominis dignitate o Carmen de pace de 1486, Pico de la Mirandola utiliza fórmulas parecidas a las de Ficino: Tú no estás limitado por ninguna barrera, dice Dios al hombre primordial. Es por tu propia voluntad, en poder de la cual yo te he dejado, a través de la cual determinarás tu naturaleza. Yo te he instalado en medio del mundo para que desde allí examines con mayor comodidad a tu alrededor todo lo que existe en este mundo. No te hemos hecho ni celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, para que, dueño de ti mismo y teniendo, por así decirlo, el honor y la carga de modelar tu ser, te compongas en la forma que prefieras. Podrás degenerar en formas inferiores, animales; podrás, por tu propia decisión, regenerarte en formas superiores, divinas. Es por esta capacidad de transformarse, de llevar todo tipo de vida posible, por lo que podemos llamarte camaleón y Proteo: Quis hunc nostrum chamaeleonta non admiretur? Quem non immerito Asclepus (...) per Proteum in mysteriis significari dixit
[Véase, Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento, Madrid, Siruela, 1999, págs. 319-320].

miércoles, 12 de agosto de 2015

LIBROS EDITORIAL GREDOS








CLÁSICOS DE LA EDITORIAL GREDOS:

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lunes, 10 de agosto de 2015

MITO Y REALIDAD





Los mitos, irracionales o no, han llegado a nosotros no exentos de polémica. Su importancia radica en las formas con que el hombre ha intentado siempre dar respuesta a sus preguntas más difíciles, cómo, cuándo y por qué, vivimos en este planeta, una pequeña bola azul en el universo y cuál es nuestro destino como animales humanos capaces de expresar nuestros deseos, realidades, esperanzas, bondades y maldades. La irracionalidad del mito corresponde a su mágica función de tranquilizar al hombre y elevarlo por encima de sus circunstancias. Para ello emplea la técnica, primero de la oralidad, con su exposición en la plaza pública que compromete lo comunitario y lo reafirma; después con su escritura, para expresar con libertad a todo sabio lector aquello que la razón no comprende y poder volver sobre los pasos de sus expresiones una y otra vez. Se convierte así en el sacerdocio del hombre con lo desconocido, con aquello que anhela pero que sabe que nunca alcanzará. Es pues el mito la verdadera forma de expresión de lo imaginario en el mundo de la razón, y su expresión más cercana no sólo crea la fantasía, sino que reinventa la realidad con un fin mayor, la humanización de lo trascendente. 
Hoy, más que nunca, son necesarios los mitos, pues sin ellos la técnica tiende a deshumanizar lo cotidiano en la repetición de lo siempre igual que ha partido de la sorpresa de su innovación. Sin mitos el hombre no sólo deshumaniza su paso en la Tierra, sino que lo transforma en un animal que no comprende sus sueños ni realiza su ilusión. 

MAX WEBER Y ULISES





"La realeza es gentil-carismática. Pero el mismo Eneas, extraño a la ciudad, puede abrigar la esperanza, caso de que dé muerte a Aquiles, de recibir el cargo que asume Príamo. Porque la realeza viene a ser una "dignidad" oficial y no una posesión. El rey es caudillo del ejército y partícipe en el tribunal junto con los nobles, es el representante frente a los dioses y a los hombres, dotado de una posesión real pero, sobre todo en la Odisea, posee un poder más bien de cabecilla, que descansa en la influencia personal, y no en una autoridad regulada; también la expedición guerrera, casi siempre una expedición marítima, ofrece para los linajes nobles más el carácter de una aventura del séquito que el de una obligación servicial. Los compañeros de Ulises se llaman también hetairoi, como más tarde el séquito real macedónico. La ausencia, prolongada en años, del rey, no es fuente de un descontento serio; mientras tanto, en Ítaca no hay ningún rey. Ulises ha recomendado su casa a Mentor, que nada tiene que ver con la dignidad real. El ejército es un ejército de caballeros y ]as luchas singulares deciden la batalla. La infantería tiene una importancia muy secundaria. En algunas partes del poema homérico se nos presenta el ágora político urbano: cuando se designa a Ismaros como polis acaso podría significar el "burgo", pero de todos modos no es el burgo de uno solo sino de los cicones. En el escudo de Aquiles figuran sentados los ancianos -clanes de notables que se destacan por la propiedad y por las armas- en la plaza y pronuncian sentencia; el pueblo acompaña como circunstante con su aplauso los discursos de las partes. La acusación de Telémaco se convierte en objeto de una discusión regulada por el heraldo ante los notables guerreros. Los nobles, incluyendo el rey, están presentes, según parece colegirse, como señores territoriales y dueños de naves que van a la guerra montados en carros. Pero sólo el que reside en la polis participa en el poder. Cuando el rey Laertes se retira a su posesión quiere decir que la edad lo retira. Lo mismo que entre los germanos, los hijos de los linajes de notables se adscriben como séquito (hetairoi) a un héroe aventurero; en la Odisea al hijo del rey. Entre los feacios la nobleza se atribuye el derecho de hacer contribuir al pueblo a los gastos para los regalos a los huéspedes.
En ninguna parte se nos dice que los habitantes del campo fueran súbditos o siervos de la nobleza urbana, aunque nunca se mencionan campesinos libres. Pero la forma en que se trata la figura de Tersites demuestra, en todo caso, que también el no noble con obligación de servicio guerrero -es decir, el que no va a la guerra en su carro- se atreve en ocasiones a hablar contra los señores, pero esto pasa como una desvergüenza. También el rey hace trabajos domésticos, adorna su lecho, cultiva su jardín. Su séquito guerrero echa mano de los remos. Los esclavos comprados pueden esperar por su parte obtener un kleros sin que exista, por lo tanto, todavía aquella gran diferencia que encontramos en Roma entre los esclavos comprados y los clientes que disfrutan de concesión de tierras. Las relaciones son de tipo patriarcal y la economía cerrada o propia cubre todas las necesidades normales. Las propias naves sirven para la piratería, el comercio es pasivo, pues sus representantes activos son todavía los fenicios. Dos fenómenos importantes, además de la "plaza" y de la residencia urbana de los nobles: por un lado el agón, que dominará más tarde toda la vida y que surgió del concepto caballeresco del honor y de los ejercicios militares de la juventud. Lo encontramos organizado en el culto fúnebre del héroe guerrero (Patroclo) y domina ya por entonces el estilo de vida de la nobleza. Por otro lado, la despreocupada relación con los dioses a pesar de toda la deisidemonía, cuyo reflejo poético producirá tan mal efecto a Platón. Esta falta de respeto de la compañía heroica podía nacer, a consecuencia de expediciones, especialmente marítimas, en zonas donde no tenían que vivir entre viejos templos y sepulcros. Mientras que en los poemas homéricos falta la caballería noble de la polis de linajes parece que se alude, sorprendentemente, a la lucha de los hoplitas, posterior, disciplinada, organizada en escuadras, lo que demuestra cómo en las creaciones poéticas dejan sus huellas épocas bien diferentes".

[Max Weber, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1944, 2ª reimp., 2002, págs. 987-988].