viernes, 4 de marzo de 2016

CICERÓN Y LA EXISTENCIA DE LOS DIOSES





"Desde luego, Crisipo es de un agudísimo talento, pero las cosas que dice parece haberlas aprendido de la propia naturaleza, en vez de haberlas descubierto por sí mismo. Dice: "Porque, si hay algo en el mundo de la naturaleza que la mente del hombre, que la razón, la fuerza y la capacidad humanas no son capaces de crear, lo que crea eso es, a buen seguro, mejor que el hombre; y resulta que los fenómenos celestes, así como todos aquellos cuyo orden es imperecedero, no puede realizarlos el hombre; por tanto, aquello gracias a lo cual éstos se realizan es mejor que el hombre; pero ¿cómo podrías llamarlo de manera más adecuada que 'dios'? Efectivamente, ¿qué puede haber en el mundo de la naturaleza mejor que el hombre, si los dioses no existen? Y es que sólo en el hombre reside la razón, y nada puede haber más eminente que ella. Por lo demás, sería de una arrogancia sin sentido la existencia de un hombre capaz de pensar que no hay nada en todo el mundo mejor que él; luego hay algo mejor. Por tanto, existe ciertamente la divinidad".
De hecho, al ver una casa grande y hermosa, no darías en pensar -aun sin ver a su dueño- que ha sido edificada así para los ratones y las comadrejas; luego ¿no parecerá que eres sencillamente un insensato, si consideras tan gran ornato del mundo, tan gran variedad y hermosura de los fenómenos celestes, tan gran poder y magnitud del mar y de las tierras, como alojamiento tuyo, y no de los dioses inmortales? ¿O es que ni siquiera podemos entender aquello de que todo lo de arriba es mejor, mientras que la tierra es lo de más abajo y se halla circundada por un aire sumamente espeso? Así, precisamente por esta causa, le ha sucedido al género humano lo mismo que vemos que acontece también en algunas regiones y ciudades: que el talento de sus hombres está más embotado, a consecuencia de la naturaleza más densa de su atmósfera; y es que los hombres se encuentran situados en la tierra, es decir, en la región más espesa del mundo. 
Y, sin embargo, a la vista precisamente de la destreza humana, debemos estimar que existe alguna clase de mente, una mente, además, de mayor agudeza y de carácter divino,porque de ella 'arrebató' la suya el ser humano, como -según Jenofonte- afirma Sócrates. Es más: si alguien se pregunta de dónde obtenemos la humedad y el calor que se distribuyen a través de nuestro cuerpo, así como la propia consistencia térrea de nuestras vísceras y, en fin, aquel espíritu que respiramos, salta a la vista: parte de esto lo hemos tomado de la tierra, parte de la humedad, parte del fuego, y parte de aquel aire al que llamamos 'aliento' ". 
Por lo demás, aquello que está por encima de todas estas cosas (me refiero a la razón, o -si te parece bien con más palabras- a la mente, al arbitrio, a la reflexión y a la prudencia), ¿dónde lo hemos encontrado?, ¿de dónde lo hemos sacado? ¿Acaso va a disponer el mundo de todo lo demás y va a carecer tan sólo de esto, que es lo de mayor importancia? Pues resulta que, en el conjunto de los seres, no existe nada, a buen seguro, mejor que el mundo, nada más distinguido, nada más hermoso; y no sólo no existe, sino que ni siquiera puede llegar a pensarse nada mejor. Y, si no existe nada mejor que la razón y la sabiduría, necesariamente se albergarán estas cosas en lo que, según concedemos, es lo mejor.
(...) Bien hace, por tanto, ese mismo Crisipo, quien, aduciendo comparaciones, enseña que todo es mejor en aquello que ha alcanzado su perfecta madurez, como es mejor en el caballo que en el potro, mejor en el perro que en el cachorro, y mejor en el varón que en el niño. Y enseña, asimismo, que lo mejor que hay en el conjunto del mundo debe hallarse en un ser absolutamente perfecto; por otra parte, no hay nada más perfecto que el mundo y nada mejor que la virtud; por tanto, la virtud es una característica del mundo. Pero la naturaleza del hombre no es perfecta, y, sin embargo, se  produce virtud en él, así que ¡cuánto más fácilmente en el mundo! Luego hay virtud en el mundo; por tanto, el mundo es sabio, y, en consecuencia, un dios".

Véase, Cicerón, Sobre la naturaleza de los Dioses, Madrid, Gredos, 1999, págs. 177-191.