viernes, 28 de diciembre de 2018

POEMAS DE LA LOCURA




LA SATISFACCIÓN

Cuando ya más allá de todo un hombre
contempla y entiende el curso de la vida
ser feliz logra; mas aquel que ante los peligros tiembla
es como un hombre que por vientos y tempestades fuera dominado.
Mejor es conocer la belleza,
Sublime creación de la vida.
Cuando de lo más hondo de los afanes nace el gozo
y cuantos bienes hoy pueden desearse.
El árbol que verdea, las cumbres del ramaje
las flores que rodean la corteza del tronco,
Naturaleza divina son y vida
al inclinarse sobre ellos los aires del cielo.

Mas cuando curiosos los hombres me preguntan
lo que aquello es, qué sentimiento aventurado
qué destino, qué cénit o qué premio
yo les contesto, ésa es la vida y ése el pensamiento.
A otros la Naturaleza de ordinario sosiega
pero a mí me insta ante la posibilidad de una vida gozosa
esa claridad ante la cual hasta los sabios se estremecen
ese gozo hermosísimo, cuando ya todo es alegría.
El rigor de los hombres, la victoria y los peligros
origen tienen en lo aprendido y en la seguridad
de que existe una meta; aquello que sobre todo es sublime
se reconoce en el ser y en los hermosos restos.
Ellos mismos son como elegidos
de ellos es lo nuevo, lo narrado
la verdad de los hechos no perece
y como las brillantes estrellas, una vida alegre y grande existe.
La vida es acción, y es audaz
alto su objetivo, su movimiento contenido
avanza, la bondad está hecha de virtud
y gran rigor, llena de la juventud más pura.
El arrepentimiento y el pasado en esta vida
son diferentes. Uno logra
gloria y paz y todo cuanto eleva
a las altas regiones otorgadas;
El otro es la congoja y los más amargos sufrimientos
en la muerte de esos hombres que con la vida bromeaban.
Y la imagen y el semblante cambian
en aquel que no amó ni el bien ni la belleza.
La evidencia de un cuerpo viviente, perdurar
en este tiempo, tal como los hombres ansían
querella fuese, pues éste del sentimiento nútrese
e inclinado aquel se siente por la creación y el esfuerzo.
 


[Véase, Friedrich Holderling, Poemas de la locura, Madrid, Visor, 1978, págs. 90-91].


sábado, 22 de diciembre de 2018

HUMO Y ORO

HUMO Y ORO 
ENRIQUE Y AMPARO GRANADOS 
¡Tanto mar con luna amarilla 
entre los dos, España! — y tanto mar, con sol del alba... —  
... Parten, 
entre la madrugada, barcos vagos, 
cuyas sirenas tristes, cual desnudas, 
oigo, despierto, despedirse 
— la luna solitaria 
se muere, rota ¡oh Poe ! sobre Broadway — , 
oigo despierto, con la frente 
en los cristales yertos; oigo 
despedirse una vez y otra, entre el sueño 
— a la aurora no queda más que un hueco 
de fría luz en donde hoy estaba 
la negra mole ardiente — , 
entre el sueño de tantos como duermen 
en su definitiva vida viva 
y al lado 
de su definitiva vida muerta... 
¡Qué lejos, oh qué lejos 
de ti y de mí y de todo, en esto 
— los olivares de la madrugada — , 
al oír la palabra alerta — ¡muerte! — 
dentro de la armonía de mi alma 
— mar inmenso de duelo o de alegría — , 
a la luz amarilla 
de esta luna poniente y sola, España! 

Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado, Massachussetts, Selinsgrove: Susquehanna University Press, 2004, pág. 218.

viernes, 2 de noviembre de 2018

AMAREMOS LA ESCLAVITUD. HUXLEY Y UN MUNDO FELIZ





"—Mi joven y querido amigo —dijo Mustafá Mond—, la civilización no tiene ninguna necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntomas de ineficacia política. En una sociedad debidamente organizada como la nuestra, nadie tiene la menor oportunidad de ser noble y heroico. Las condiciones deben hacerse del todo inestables antes de que surja tal oportunidad. Donde hay guerras, donde hay una dualidad de lealtades, donde hay tentaciones que resistir, objetos de amor por los cuales luchar o que defender, ahí, es evidente, la nobleza y el heroísmo tienen algún sentido. Pero actualmente no hay guerras. Se toman todas las precauciones posibles para evitar que cualquiera pueda amar demasiado a otra persona. No existe la posibilidad de elegir entre dos lealtades o fidelidades; todos están condicionados de modo que no pueden hacer otra cosa más que lo que deben hacer. Y lo que uno debe hacer resulta tan agradable que se permite el libre juego de tantos impulsos naturales, que realmente no existen tentaciones que uno deba resistir. Y si alguna vez, por algún desafortunado azar, ocurriera algo desagradable, bueno, siempre hay el soma, que puede evadirnos de la realidad. Y siempre hay el soma para calmar nuestra ira, para reconciliarnos con nuestros enemigos, para hacernos pacientes y sufridos. En el pasado, tales cosas sólo podían conseguirse haciendo un gran esfuerzo y después de muchos años de duro entrenamiento moral. Ahora, usted se toma dos o tres tabletas de medio gramo, y está listo. Ahora, cualquiera puede ser virtuoso. Uno puede llevar al menos la mitad de su  moralidad en el bolsillo, dentro de un frasco. El Cristianismo sin lágrimas: esto es el soma.
—Pero las lágrimas son necesarias. ¿No recuerda lo que dice Otelo? “Si después de cada tempestad vienen tales calmas, ojalá los vientos soplen hasta que despierten a la muerte”. Hay una historia
que uno de los ancianos indios solía contarnos, acerca de la Doncella de Mátsaki. Los jóvenes que deseaban casarse con ella tenían que pasarse una mañana cavando en su huerto. Parecía fácil; pero
en aquel huerto había moscas y mosquitos mágicos. La mayoría de los jóvenes, simplemente, no podían resistir las picaduras y el escozor. Pero el que logró soportar la prueba, se casó con la muchacha.
—Muy hermoso. Pero en los países civilizados —dijo el Interventor— se puede conseguir a las muchachas sin tener que cavar para ellas; y no hay moscas ni mosquitos que le piquen a uno. Hace siglos que nos libramos de ellos.
El Salvaje asintió, ceñudo.
—Se libraron de ellos. Sí, muy propio de ustedes. Librarse de cualquier cosa desagradable en lugar de aprender a soportarla. “En todo caso, es más noble soportar en el alma las pedradas o las flechas de la mala fortuna, o bien tomar las armas contra un mar de pesares y oponerse a ellos hasta el fin...” Pero ustedes no hacen ni una cosa ni otra. Ni sufren ni luchan. Se limitan a abolir las pedradas y las flechas. Es demasiado fácil.
El Salvaje enmudeció súbitamente, pensando en su madre. En su habitación del piso treinta y siete, Linda había flotado en un mar de luces cantarinas y caricias perfumadas, había flotado lejos, fuera
del espacio, fuera del tiempo, fuera de la prisión de sus recuerdos, de sus hábitos, de su cuerpo envejecido y abotagado. Y Tomakin, ex director de Incubadoras y Condicionamiento, Tomakin seguía todavía de vacaciones, escapando de la humillación y el dolor, en un mundo donde no pudiera oír esas palabras, aquellas risas burlonas, donde no pudiera ver aquel rostro horrible, ni sentir aquellos brazos
húmedos y flácidos alrededor de su cuello, en un mundo hermoso...
—Lo que ustedes necesitan —prosiguió el Salvaje— es algo con lágrimas que les cueste. Aquí nada cuesta lo bastante. “Exponer lo que es mortal e inseguro al azar, la muerte y el peligro, aunque
sólo sea por una cáscara de huevo...” ¿Es que no hay algo en esto? — preguntó, mirando a Mustafá Mond—. Dejando aparte a Dios, aunque, desde luego, Dios sería una razón para obrar así. ¿No tiene su hechizo el vivir peligrosamente?

—Ya lo creo —contestó el Interventor—. De vez en cuando hay que estimular las glándulas suprarrenales de hombres y mujeres.
—¿Cómo? —preguntó el Salvaje, sin comprender.
—Es una de las condiciones para la salud perfecta. Por esto hemos impuesto como obligatorios los tratamientos de S.P.V.
—¿S.P.V.?
—Sucedáneo de Pasión Violenta. Regularmente una vez al mes. Inundamos el organismo con adrenalina. Es un equivalente fisiológico completo del temor y la ira. Todos los efectos estimulantes
que produce asesinar a Desdémona o ser asesinado por Otelo, sin ninguno de sus inconvenientes.
—Es que a mí me gustan los inconvenientes.
—A nosotros, no —dijo el Interventor—. Preferimos hacer las cosas con comodidad.
—Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado.
—En suma —dijo Mustafá Mond—, usted reclama el derecho a ser infeliz.
—Muy bien, de acuerdo —dijo el Salvaje, en tono de reto—. Reclamo el derecho a ser infeliz.
—Esto, sin hablar del derecho a envejecer, a volverse feo e impotente, el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a pasar hambre, el derecho a ser piojoso, el derecho a vivir en el temor constante de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho a enfermarse de tifoidea; el derecho a ser atormentado por indecibles dolores de cualquier clase. — dijo el Interventor. Siguió un largo silencio.
—Reclamo todos estos derechos —concluyó el Salvaje.
Mustafá Mond se encogió de hombros.
—Están a su disposición —dijo".

[Aldous Huxley, Un mundo feliz, Madrid Taurus, 3ª ed. 1978, págs. 174-176].


jueves, 1 de noviembre de 2018

CONOCIMIENTO VERSUS OPINIÓN

"En los últimos siglos, el pensamiento liberal desarrolló una confianza inmensa en el individuo racional. (...) los expertos en economía conductual y los psicólogos evolutivos han demostrado que la mayoría de las decisiones humanas se basan el reacciones emocionales y atajos heurísticos más que en análisis racionales, y que mientras nuestras emociones y heurística quizá fueran adecuadas para afrontar la vida en la Edad de Piedra, resultan tristemente inadecuadas en la Edad del Silicio.
(...) Creemos que en la actualidad sabemos muchísimo más, pero como individuos en realidad sabemos muchísimo menos. (...) Esto es lo que Steven Sloman y Philip Fernbach han denominado la ilusión del conocimiento. Creemos que sabemos muchas cosas, aunque individualmente sabemos muy poco, porque tratamos el conocimiento que se halla en la mente de los demás como si fuera propio. (...) la ilusión del conocimiento tiene un aspecto negativo. El mundo está convirtiéndose cada vez más complejo, y la gente no se da cuenta de lo poco que sabe sobre lo que está ocurriendo. (...) La mayor parte de nuestras ideas están moldeadas por el pensamiento grupal y no por la racionalidad individual, y nos mantenemos firmes en estas ideas debido a la lealtad al grupo. Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gusta demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidos.
(...)  La comunidad científica cree en la eficacia de los hechos; de ahí que los leales a dicha comunidad continúen pensando que pueden ganar los debates públicos lanzando a diestro y siniestro los hechos adecuados, a pesar de que hay gran evidencia empírica de lo contrario. 
(...) Para poder profundizar el cualquier tema se necesita mucho tiempo, y en particular el privilegio de perder el tiempo. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y al aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder tiempo, nunca daremos con la verdad.
(...) Si realmente queremos la verdad, es necesario escapar del agujero negro del poder y permitirnos la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia. El saber revolucionario rara vez llega hasta el centro, porque el centro está construido sobre un conocimiento ya existente. Los guardianes del antiguo orden suelen determinar quién consigue alcanzar los centros del poder y tienden a filtrar a los portadores de ideas no convencionales y perturbadoras. (...) Por ello debemos invertir tanto tiempo en la periferia: quizás los guardianes del antiguo orden tengan algunas ideas brillantes y revolucionarias, pero sobre todo están llenos de conjeturas infundadas, modelos desacreditados, dogmas supersticiosos y ridículas teorías conspiratorias.
(...) Y el problema no hará más que empeorar. En las décadas venideras, el mundo se volverá más complejo aún de lo que es hoy en día".
[ Yuval Noah Harari, 21 lecciones del siglo XXI, Barcelona, Debate, 2018, págs. 241-247].




lunes, 10 de septiembre de 2018

Calvino y Las odiseas en la odisea.




"Si Ulises es un simulador, todo el relato que hace al rey de los feacios podría ser falso. De hecho sus aventuras marineras, concentradas en cuatro libros centrales de la Odisea, rápida sucesión de encuentros con seres fantásticos (que aparecen en los cuentos del folclore de todos los tiempos y países: el ogro Polifemo, los veinte encerrados en el odre, los encantamientos de Circe, sirenas y monstruos marinos), contrastan con el resto del poema, en el que dominan los tonos graves, la tensión psicológica, el crescendo dramático que gravita hacia un final: la reconquista del reino y de la esposa asediados por los proceos. Aquí también se encuentran motivos comunes a los de los cuentos populares, como la tela de Penélope y la prueba del tiro al arco, pero estamos en un terreno más cercano a los criterios modernos de realismo y verosimilitud: las intervenciones sobrenaturales tienen que ver solamente con las apariciones de los dioses del Olimpo, habitualmente ocultos bajo apariencia humana.


Es preciso sin embargo recordar que idénticas aventuras (sobre todo la de Polifemo) son evocadas también en otros lugares del poema; por lo tanto el propio Romero las confirma, y no sólo eso, sino que los mismos dioses discuten de ello en el Olimpo. Y que también Menelao, en la Telemaquia, cuenta una aventura del mismo tipo (las del cuento popular) que la de Ulises: el encuentro con el viejo del mar. No nos queda sino atribuir la diferencia de estilo fantástico a ese montaje de tradiciones de distinto origen, transmitidas por los aedos y que confluyeron después en la Odisea homérica, que en el relato de Ulises en primera persona revelaría su estrato más arcaico".

[Véase, Italo Calvino, Las odiseas en la odisea, en Por qué leer a los clásicos, Madrid, Siruela, 2012].


  • “Darrer freu” letra de Carles Riba, música e interpretación de Rafael Subirachs.


  • Tot esperant Ulisses, letra Vicent Andrés Estellés, música e interpretación, Ovidi Montllor.


lunes, 23 de julio de 2018

LA MUERTE DE DIOS EN TECHNICOLOR


"Las religiones seculares se disipan en beneficio del arrebatamiento de la precariedad. Aún creemos en las causas, pero desde la relajación, sin ir hasta el final. ¿Acaso las personas están dispuestas todavía a morir en gran número por sus ideas? Siempre dispuestos al cambio, la constancia se ha convertido en una cosa antigua. Cada vez vivimos menos en función de los sistemas de ideas dominantes, atrapados como el resto en el orden de lo «ligero»; no es que las finalidades superiores hayan desaparecido, es que han dejado de ser dominantes. Ciertamente son capaces aquí y allá de movilizar a las masas, pero circunstancialmente y de manera imprevisible, como llamaradas pasajeras que pronto se extinguen, reemplazadas por la larga búsqueda de la felicidad privada. La tendencia principal se produce en los «planos» rectificables y perecederos; lo temporal prevalece sobre la fidelidad, la concesión superficial sobre la movilización creyente. Nos hemos embarcado en un interminable proceso de desacralización y de insustancialización de la razón que define el reino de la moda plena. Así mueren los dioses: no en la desmoralización nihilista de Occidente y en la angustia de la vacuidad de los valores, sino en las sacudidas de la razón. No en el ensombrecimiento europeo, sino en la euforia de las ideas y las acciones fugaces. No en el desencanto pasivo, sino en la hiperanimación y el doping temporal. No hay que llorar la «muerte de Dios», su entierro transcurre en technicolor y a cámara rápida: lejos de engendrar la voluntad de la nada, extrema la voluntad y la excitación de lo Nuevo". 
[Véase, Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas, Barcelona, Anagrama, 1990, 5ª ed., 1996, pág. 274].

sábado, 21 de julio de 2018

PROMETEO Y EL ORIGEN DE LA TÉCNICA


En la versión original de Hesíodo sobre el mito prometeico, Prometeo es castigado por los dioses por engañarlos al dividir la carne del sacrificio: por su arrogante intento de cambiar el orden preestablecido de las cosas, por su ignominioso cinismo al inmiscuirse en lo que a ningún ser humano le estaba permitido. El poema de Hesíodo fue compuesto para una audiencia que vivía en defensa continua del pasado en que se fijaron los patrones, de una época «dorada» porque no conocía la amenaza de la caída. Para esa audiencia, el pasado representaba seguridad, y el futuro, peligro; el sufrimiento era el efecto colateral de romper la tradición, y un alejamiento de cómo eran las cosas y cómo deberían permanecer por disposición de la voluntad sobrehumana de los dioses. Fue en la versión posterior de Esquilo que el mito se revirtió: Prometeo sufrió su cruel castigo por llevarles a los hombres «las artes no sólo de curar, las matemáticas, la medicina, la navegación y la adivinación, sino la minería y cómo trabajar los metales». Los dioses ya no son los guardianes del orden que protege a los seres humanos de la caída; son unos miserables celosos aferrados a las «formas tradicionales» que representan, ante todo, su privilegio. Los dioses tratan de que los hombres retrocedan mientras ellos avanzan. Prometeo deja de ser el criminal fraudulento justamente castigado para convertirse en un héroe perseguido. Se convirtió en héroe cuando Atenas —única entre las civilizaciones antiguas— llegó al límite del moderno, desafiante y temerario impulso hacia lo gran desconocido, pavimentado y señalado tan sólo por la capacidad humana de movimiento. «La minería y cómo trabajar los metales», más que otra cosa, le dio al ser humano la capacidad de moverse e ir definiendo destinos conforme se movía. También le permitió liberarse de los más temibles grilletes: los de los fines fijos y predeterminados de la vida. «La técnica», nos dice Ellul, «nos permite rehacer la vida y su marco porque no estuvieron bien hechos». Mas «no estuvieron bien hechos» sólo significa que fueron hechos de manera diferente de como habrían sido si se hubieran aplicado los medios técnicos disponibles; el razonamiento es evidentemente tautológico y, por lo mismo, invulnerable. La tecnología se define como la «completa separación de la meta y el mecanismo, limitar el problema a los medios, y no interferir de manera alguna con la eficiencia [,..]».
[Véase, Zygmunt Bauman, Ética posmoderna, Madrid, Siglo XXI, 2009, págs. 215-216].

EPIFANÍAS ACUÁTICAS Y DIVINIDADES DE LAS AGUAS



"El culto de las aguas —ríos, fuentes, lagos— era en Grecia anterior a las invasiones indoeuropeas y a toda valorización mitológica de la experiencia religiosa. Algunos restos de ese culto arcaico se conservaron hasta el ocaso del helenismo. Pausanias (VIII, 38, 3-4) pudo ver todavía y describir la ceremonia que tenía lugar en la fuente Hagno, en la ladera del monte Lykaios, de Arcadia; a ella acudía en épocas de sequía el sacerdote del dios Lykaios; ofrecía un sacrificio y dejaba caer en la fuente una rama de encina. Es un rito muy antiguo que entra dentro del conjunto «magia de la lluvia». En efecto, Pausanias cuenta que, después de la ceremonia, se elevaba del agua un ligero vaho, parecido a una nube, y poco después comenzaba a llover. No aparece aquí ninguna personificación religiosa; la fuerza reside en la fuente misma y esa fuerza, puesta en marcha por un rito específico, provoca la lluvia. Homero conocía el culto de los ríos. Los troyanos, por ejemplo, sacrificaban animales al Escamandro y arrojaban a sus aguas caballos vivos; Peleas sacrifica cincuenta ovejas en la fuente del Spercheios. El Escamandro tenía sus sacerdotes; al Spercheios estaban consagrados un recinto y un altar. Se sacrificaban caballos o bueyes a Poseidón y a las divinidades marinas (cf. referencias y bibliografía en Nilsson, Geschichte, I, 220, n. 3). Otros pueblos indoeuropeos ofrecían también sacrificios a los ríos; por ejemplo, los cimbrios (que ofrecían sacrificios al Ródano), los francos, los germanos, los eslavos, etc. (cf. Saintyves, Corpus, 160). Hesíodo menciona (Op., 737s) los sacrificios que se celebraban al cruzar un río. (Rito este que tiene numerosos paralelos etnográficos; los massai del este de África tiran un puñado de hierbas cada vez que cruzan un río; los baganda de África Central hacen una ofrenda de granos de café al cruzar el agua, etc.; cf. Frazer, Folklore in the Oíd Testament, II, 417s). Los dioses fluviales helénicos son algunas veces antropomorfos; el Escamandro, por ejemplo, lucha con Aquiles (Ilíada, XXI, 124s). Pero en su mayoría eran representados bajo forma de toros (referencias en Nilsson, 221, n. 10). El dios fluvial más conocido era Aqueloos. Homero le considera incluso como un gran dios, divinidad de todos los ríos, de los mares y de las fuentes. Son conocidas las luchas de Aqueloos con Hércules; se le rendía culto en Atenas, en Oropos, en Megara y en otras muchas ciudades. Su nombre ha sido interpretado de maneras muy distintas, pero la etimología más probable parece ser simplemente «agua» (Nilsson, I, 222). Huelga citar toda la mitología acuática de los griegos. Es muy amplia y de perfiles poco precisos. En un continuo fluir, van apareciendo innumerables figuras míticas, que repiten el mismo leitmotiv: las divinidades de las aguas nacen de las aguas. Algunas de estas figuras han llegado a ocupar un lugar importante dentro de la mitología o de la leyenda; así, por ejemplo, Tetis, la ninfa marina; así también Protea, Glaucos, Nerea, Tritón, divinidades neptúnicas vinculadas todavía a las aguas por su forma, con cuerpo de monstruos marinos, cola de pez, etc. Viven y reinan en las profundidades del mar. Como ese elemento, del que no están del todo ni definitivamente separadas, esas divinidades son extrañas, caprichosas; hacen el bien con la misma ligereza que el mal, y como el mar, las más de las veces hacen el mal. Viven más que los otros dioses, más allá del tiempo y de la historia. Muy próximas al origen del mundo, sólo participan ocasionalmente de su destino. Su vida es quizá menos divina que la de los demás dioses, pero es más igual y está más vinculada al elemento primordial que representan".

[Véase, Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974, págs. 237-238].

domingo, 15 de julio de 2018

La oveja negra de Italo Calvino.




Erase un país donde todos eran ladrones. Por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna sorda, para ir a saquear la casa del vecino. Al regresar el alba, cargado, encontraba su casa desvalijada. Y todos vivían en concordia y si daño, porque uno robaba al otro y este a otro y así sucesivamente. Hasta llegar al último que robaba al primero. En aquel país el comercio sólo se practicaba en forma de embrollo, tanto por parte del que vendía como el que compraba. El gobierno era una asociación creada para delinquir en perjuicios de los súbditos por su lado los súbditos solo pensaban en defraudar al gobierno. La vida transcurría sin tropiezos, y no había ni ricos ni pobres. Pero he aquí que no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado-Por la noche, En lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en casa fumando y leyendo novelas. Esto duró un tiempo; después hubo que darle a entender que si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás. Cada noche que pasaba en casa era una familia que no comía al día siguiente. Frente a estas razones el hombre honrado no podía oponerse. También él empezó a salir por la noche para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer. Iba hasta el puente y se quedaba mirando pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada. En menos de una semana el hombre honrado se encontró sin un céntimo tener que comer, con la casa vacía. Pero hasta allí no había nada que decir, porque era culpa suya; Lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden. Porque él se dejaba robar todo y entretanto no robaba a nadie, de modo que siempre alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: la casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que al cabo de un tiempo los que no eran robados eran más ricos que los otros y no quisieron seguir robando. Y por otro lado, los que iban a robar a la casa del hombre honrado la encontraban siempre vacía; de modo que se volvían pobres. Entre tanto los que se habían vuelto ricos se acostumbraron a ir también al puente por la noche, a ver correr el agua. Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros se volvieron pobres. Pero los ricos vieron que yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo se volverían pobres. Y pensaron: “Paguemos a los pobres para que vayan a robar, por nuestra cuenta”. Se firmaron contratos, se establecieron los salarios, los porcentajes: naturalmente. Siempre eran ladrones y trataban de engañarse unos a los otros. Pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían más pobres porque los pobres les robaban. Entonces pagaron a los más pobres de los pobres para defender de los otros pobres sus propias casas, y así fue como instituyeron la policía y construyeron las cárceles. De esa manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba de robar o de ser robados, sino sólo de ricos o de pobres; y sin embargo todos seguían siendo ladrones. Honrado solo había habido aquel fulano, y no tardo en morirse de hambre. (Fin) 
Solo quiero añadir: “Cualquier parecido con la coincidencia, es pura Realidad”.
[Véase, Italo Calvino, La jornada de un escrutador, Madrid, Siruela, 2007]. 

lunes, 9 de julio de 2018

La manipulación y la vida cotidiana



"La manipulación técnico-científica tiende hoy a asumir todas las funciones negativas de la religión, sin tomar sobre sí las positivas. La manipulación técnico-científica engorda la particularidad, hincha las motivaciones particulares, pero incrementando (y permitiendo) sólo aquellas que sirven para alcanzar los fines de una determinada organización (en primer lugar las organizaciones que requieren una actividad laboral). Impide las decisiones individuales (morales) en las cuestiones que afectan a la concepción del mundo o a la política; plasma habilidades e ideologías que sirven al sistema vigente sin ponerlo en discusión desde ningún punto de vista. Sustituye los viejos mitos por otros nuevos: los de la técnica de mando, de la cualificación. Vigila la vida privada de los particulares, liquida su esfera privada o la somete al control social. (...) La filosofía y la ciencia social entendida ideológicamente deben, por tanto, darse cuenta de que la ciencia social manipuladora-tecnificada no representa más que la religión de nuestra época (y repitámoslo una vez más: sin sus valores)".
[Véase, Ágnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, Barcelona, Península, 1977, 3ª ed., 1991, pág. 199].


domingo, 8 de julio de 2018

La muerte de Ulises



"Por el mismo tiempo, Telégono, al que Circe había tenido de Ulises y había criado en la isla Eea, cuando se hizo mayor, emprendió la marcha en busca de su padre, y llegó a Ítaca llevando en las manos una vara cuya punta estaba armada con el hueso de una tórtola marina [la espina de una raya, según Apolodoro], pues esa era la enseña de la isla en que había nacido. Luego, informado de donde vivía Ulises, vino a él. Allí, prohibiéndole los centinelas del campo entrar adonde estaba su padre, cuando se obstinaba con mayor vehemencia y se veía atacado desde lugares diversos, comenzó a gritar diciendo que era un crimen alejarlo del abrazo de su padre. Así, creyendo que Telémaco venía para atacar al rey, se le oponen más duramente aún, pues nadie sabía que Ulises tenía además otro hijo. Entonces el joven, cuando ve que se le expulsaba con tanto encono y por la fuerza, mata en un arrebato de cólera a gran número de centinelas, o los deja sin fuerzas, tras herirlos gravemente.
Cuando le llegó a Ulises noticia de ello, pensando que el joven era un enviado de Telémaco, salió a su encuentro y lanzó contra él una lanza que llevaba para protegerse. Pero, escapando el joven por casualidad de tal herida, arroja él mismo contra su padre la lanza que lo distinguía, con el fin de herirlo, el que sería un impacto sumamente desafortunado. Y al caer Ulises a resultas de aquella herida, se felicitaba de su fortuna y confesaba que le  habían hecho un gran favor, puesto que, asesinado por un extranjero, había librado a su queridísimo Telémaco de la acusación de parricidio. Luego, conservando todavía un resto de vida, preguntó al joven quién era, y viniendo de qué lugar se había atrevido a matarle a él, Ulises, hijo de Laertes, famoso en la paz y en la guerra. Entonces Telégono, dándose cuenta de que era su padre, se mesó con ambas manos los cabellos y prorrumpió en un llanto digno de compasión, apenado por haber sido el causante de la muerte de su padre. Y así, le informa a Ulises, según le pedía, de su nombre y el de su madre, de la isla en que había nacido, y por último, le muestra la enseña de la jabalina. De este modo Ulises, tras haberle venido a la mente el significado de los sueños amenazadores y la muerte que le habían augurado los intérpretes, herido por quien menos lo esperaba, murió tres días después, canoso ya y de edad avanzada, pero aun así todavía con ciertas fuerzas".
[Véase, Dictis Cretense, Diario de la guerra de Troya, recogido por Carlos García Gual, La muerte de los héroes, Madrid, Turner, 2016, págs. 58-59].
El cuadro corresponde a una escena de La Odisea, cuando el adivino Tiresias augura a Ulises su muerte.


sábado, 7 de julio de 2018

La muerte de las sirenas






"Después de haber estado con Circe, encaminado por ella se hizo (Odiseo) a la mar y costeó la isla de las sirenas: estas eran: Pisínoe, Agláope y Telxiepía, hijas de Aquelóo y Melpómene, una de las Musas. Una tocaba la lira, otra cantaba y la tercera tocaba la flauta, y así persuadían a los navegantes a demorarse. Tenían forma de pájaros desde los muslos. Cuando Odiseo navegaba cerca de ellas quiso escuchar su canto y, por consejo de Circe, taponó con cera los oídos de sus compañeros y les ordenó que a él lo atasen al mástil. Oyendo la invitación de las sirenas pedía que desataran, pero ellos lo sujetaron aún más y así continuó el viaje. Estaba predicho a las sirenas que morirían cuando una nave pasara de largo. Por eso perecieron".
(Véase, Apolodoro, Biblioteca mitológica; en Carlos García Gual, Sirenas, seducciones y metamorfosis, Madrid, Turner, 2014, pág. 19).

sábado, 17 de febrero de 2018

La causa última del fin del Imperio Español




"El Imperio Español fue una de las épocas, tres siglos, más creadoras y la más pacífica que el continente (americano) ha conocido. (...) Su fin ha de buscarse en las raíces del mal, en el carácter de los españoles. (...) El gigantesco tamaño del Imperio hacían muy difícil la defensa militar y la organización política y casi imposible la constitución de una autoridad central.
(...) Sin contacto suficiente con el Consejo de las Indias, el Virrey, la Audiencia, el Arzobispo, el Corregidor, el fraile y el clérigo, así como el hacendado o vecino, todos perdían el sentido de su dependencia para con la autoridad suprema y daban rienda libre a la tendencia de todo español a obrar por cuenta propia y sin parar mientes en la ley: (...) anarquía (...) su efecto práctico final dependía tan sólo del vecino o del magistrado sobre el que recaía la última decisión, y que la distancia hacía omnipotente. Sucede que la anarquía es el estado natural del español. 
(...) De modo que mientras la distancia actuaba como causa pasiva de anarquía, debilitando el efecto local del espíritu de autoridad que de España emanaba, el vigor individualista del español de las Indias actuaba en idéntico sentido con fuerza activa, dando nueva forma y dirección al impulso de la autoridad para desviarlo en provecho propio, con lo cual se multiplicaba la anarquía general. (...) la tendencia a la anarquía, a la indisciplina, a los intereses personales y al libre ejercicio del poder individual emanaba de los españoles".
[Véase, Salvador de Madariaga, El auge y el ocaso del Imperio español en América, Madrid, Espasa-Calpe,  1979, págs. 286-290. Cursivas del autor].